Por Real Rodeles del Pozo, pionera de la enfermería geriátrica y paliativa.
Me resulta difícil ponerme a describir mi vida profesional, que ha sido un bonito viaje con pequeños accidentes resueltos. Comencé tras terminar séptimo y reválida, así se llamaba una de las formas de acceso a la universidad en esa época. Dejé con 19 años mi ciudad natal, Tudela, para ingresar en 1969 en la escuela de la Cruz Roja San José y Santa Adela de Madrid. Tras un año de anécdotas y adaptación, en 1970 se puso en marcha la nueva unidad de Geriatría dirigida por los doctores Salgado y Guillén, algo novedoso donde estudié, con mi juventud y mis ganas, ayudando a cuidar de los mayores y de sus necesidades. Debéis de entender que en aquella época no había un envejecimiento poblacional como ahora y esta unidad no era de los focos prioritarios de desarrollo médico como puede ser ahora. ¿Qué comenzamos a implementar? Metodologías que ahora seguro que son básicas o esenciales, evitando tanta visita médica “de herodes a Pilatos”, utilizando la ternura como el mejor genérico y trabajando en equipo para avanzar hacia un objetivo común, el bienestar de las personas mayores.
Después de esa grata experiencia de aprendizaje y continuando mi formación permanente y constante para nunca quedar desfasada, en especial habilidades en comunicación con el paciente y mejoras en cuidados y curas, continué mi desempeño profesional en diferentes ámbitos de la sanidad pública española ocupando, tanto puestos de responsabilidad en centros de especialidades, como en la atención primaria ambulatoria. A finales de la década de los 90 cursé un Máster en Geronto-geriatría en la Universidad Autónoma de Barcelona que me permitió ampliar la esencia de mi formación primaria y mi aprendizaje profesional. Descubrí a la persona paciente a tratar como un ser bio-psico-social y espiritual, un enfoque 360° a la hora de la relación cuidado afectiva.
Desde entonces seguí mi trayectoria profesional con ese importante bagaje que me vino fenomenal a la hora de afrontar uno de mis últimos retos profesionales en activo, dejar la atención de medicina familiar y liderar el despliegue en Zaragoza de los cuidados paliativos domiciliarios en 1999. Poner en marcha esa categoría de cuidados, todavía poco conocidos y a veces “temidos” entonces, fue clave para mejorar la experiencia de los pacientes en esa fase terminal de sus enfermedades, porque poníamos a la persona en el centro de la praxis, respetando su integridad, siendo lo más importante del proceso de curas y cuidados y, sobre todo, escuchando al paciente y a su familia en el final de su vida. Para mí, puedo afirmar con orgullo que es una de las delicias que confiere mi función de enfermera cuidadora.
Por resumir y no alargarme mucho, podría decir que con un poco de cariño y con ganas de estar permanentemente en formación para actualizarme en tendencias, novedades clínicas y formas de relación y comunicación, podéis ver la labor que durante más de 40 años he realizado desde la humildad, pero con excelencia y siempre volcada en el paciente.
Convivir con una mascota proporciona tantísimos beneficios que nunca podría abarcarlos todos en esta publicación. Y es que el que tiene o ha tenido mascotas sabe la relevancia que adquieren en la vida de una persona y el vínculo tan especial que se crea con ellos. El apego con nuestros animales se vuelve una parte importante de nuestro bienestar, brindándonos un amor incondicional y una fuente de enormes beneficios a nivel físico, psicológico y social.
Pero ¿cuáles son aquellos que más nos interesan para nuestros mayores?
“En varios estudios, las personas mayores que tenían un perro o gato eran más capaces de realizar ciertas actividades físicas consideradas ‘actividades de la vida diaria’, como subir escaleras, arrodillarse o inclinarse; tomar sus fármacos; preparar la comida; bañarse y vestirse”. Los adultos mayores que cuidan de sus mascotas, en especial de los perros debido a su necesidad de paseos, realizan una mayor actividad física incentivando de esta manera conductas positivas en términos de salud física. Incluso se ha demostrado una asociación con reducción de la presión arterial y un menor riesgo de aparición de complicaciones relacionadas con enfermedades cardiovasculares.
En etapas avanzadas de la vida puede que los adultos mayores deleguen responsabilidades que tenían previamente, el tiempo libre aumenta y les faltan ocupaciones que les hagan sentir útiles y valorados. Ser dueño de una mascota les aporta un motivo para mantenerse activos y les permite conservar una rutina diaria con estructura, objetivos y motivación desencadenada por el sentido de responsabilidad de alimentar, pasear y cuidar de ellos. Que se impliquen en tomar sus propias decisiones y disfrutar de la independencia (o apoyo) del cuidado de la mascota les ayuda a mantener su rol e identidad; experimentar el sentido de propósito y control sobre su entorno resulta también beneficioso para el estado de ánimo y la salud mental.
Durante el confinamiento se ha observado que la presencia de mascotas podría tener un efecto positivo sobre la ansiedad en el anciano. Su apoyo incondicional y la calidez de su compañía disminuye el estrés y mejora el ánimo y la autoestima, las personas mayores dicen sentirse más felices y cognitivamente están más estimuladas. Su compañía les proporciona entretenimiento, les mantiene con la mente ocupada y esto les ayuda a dejar las preocupaciones a un lado. En los momentos más difíciles, como el duelo por pérdida de un ser querido, mejora el funcionamiento adaptativo tras el acontecimiento.
Vivimos en una sociedad donde el envejecimiento de la población aumenta a pasos agigantados y el aislamiento social y carencia de afectividad que sufre especialmente este colectivo no es un fenómeno aislado.
Por un lado, el simple hecho de la compañía de un animal disminuye la sensación de soledad y aislamiento y son una oportunidad para el contacto físico a veces tan escaso y tan beneficioso que les hace sentir tan queridos. Incluso en algunos casos las mascotas se pueden convertir en la única compañía para ellos, sirviéndoles de este modo el apoyo que necesitan y haciendo que se sientan útiles en la sociedad, fomentando de esta manera el sentido de pertenencia a la comunidad local.
Por otra parte, favorece el contacto y la interacción social con otras personas, ayudándoles a que no se queden encerrados en casa y socialicen con otras personas que también tienen mascota.
Para finalizar, es importante recalcar el matiz de que la convivencia con animales tiene múltiples beneficios para nuestros adultos mayores pero no cualquier animal es apto para una persona mayor, ni cualquier persona mayor es la compañía adecuada para cualquier animal. A pesar de sus numerosos beneficios, la adopción de una mascota no debe verse como una solución simplista para ayudar a nuestros adultos mayores.
Estoy segura de que se me olvidan muchísimos de los beneficios que aportan a nuestros mayores. Y A TI, ¿QUÉ OTROS BENEFICIOS SE TE OCURREN?
Os leemos.
*Las tres primeras imágenes han sido extraídas del libro «Mayores amistades» que recoge el trabajo de 13 fotógrafos voluntarios que plasman la relación entre adultos mayores y sus mascotas.
*En la última foto os presento a Dobby y Otto, dos de los seres que me llenan.
Hoy hablando con miniMatilda se me ocurrió escribir sobre esto. Está celebrando la semana de la ciencia coincidiendo con el día internacional de la mujer, y en su colegio les han organizado un par de charlas con investigadoras. Al volver a casa toda emocionada, me dice que las investigadoras trabajan mucho, y que nosotros «los pesados», ambos médicos, no investigamos. Así que no nos ha quedado más remedio que soltarle toda una chapa de que no sólo sí que investigamos, sino que creemos firmemente que hay que investigar. Así que lo siento por vosotros, pero allá os va.
La investigación es la madre de la ciencia, y no podemos obviar que la sanidad es una ciencia. Así que ahí va ya la primera razón de por qué investigar en geriatría.
Otra razón para investigar en geriatría es la que dice mi gran compi César “Flash” ¿Y por qué no?.
Son 10 minutitos y aprenderás mucho sobre porque investigar en geriatría.
La razón principal de investigar en geriatría es que la geriatría se dedica a investigar en una población que es muy diferente, como es el grupo de las personas muy mayores. Población que en general se excluye de los estudios científicos “clásicos”.
Pero no es que hay que investigar, es que se investiga, y mucho. Cuando uno hace una sencilla búsqueda sobre los campos en los que se publica en pubmed, que es la base de datos de la biblioteca nacional de medicina estadounidense, ve cosas como esta. Que se investiga y mucho en geriatría.
Como veis no está mal lo que se investiga en geriatría. Pero que alguien me explique lo de la diabetes
Así que sí, aquí se investiga y mucho. Siento por los equipos que no he puesto, pero es imposible poner a todos, así que pido disculpas por adelantado.
Y yo mucho hablar de lo que hacen los demás, pero como decía el gran Umbral, todo lo anterior es una excusa para venir a hablar de mi libro.
Y cuál es la conclusión de este pequeño estudio, es que las personas SÍ que consideran que una barandilla es una sujeción. El 65,33% de un total de 158 personas entrevistadas, consideró que la barandilla SÍ es una sujeción física, siendo mayor la proporción si la pregunta lo hacíamos a los familiares de una persona con deterioro cognitivo o síndrome confusional.
Puede ser una investigación que creéis poco importante. Pero si esto se repite en otro estudio que empezaremos a hacer dentro de poco, si nos deja la COVID, ya nos obliga a cambiar no sólo la forma de trabajar, sino los protocolos internos del hospital. Así que sí, investigar hace que las cosas cambien.
¿Y es fácil investigar?. No voy a mentir que no. Para eso hay que formarse y tener tiempo. Pero es instructivo, y sobretodo sirve para mejorar como profesionales, y hace mejorar a las personas con las que estamos.
Y es que como dice mi coR y jefe de investigación del CSAPG, el doctor Rodríguez Molinero, lo único que se necesita para investigar es hacerte una pregunta que creas importante responder que nadie se haya hecho. Y que creas que puedas llegar a responder con los medios que manejas. Y si no toca buscarlos, pero eso ya es otro tema.
PD: tenía pensado otro nombre para la entrada, pero “investiga, que algo queda” ya está cogido y no quiero que se me acuse de plagiar. Por cierto si no conocéis esta propuesta, ya sabéis, empezad a seguirla por twitter o telegram. Es un canal que aporta semanalmente noticias sobre herramientas muy útiles para la investigación.
Uno de los retos de la geriatría es conseguir un envejecimiento lo más saludable posible, o como dice una frase típica “dar vida a los años, no años a la vida”. Por eso casi siempre que puedo en twiter cuelgo algo sobre #hazejercicio #muevete. Pero aunque el ejercicio es uno de lo que uno debe hacer para conseguir “dar vida a los años”, esto solo no es suficiente para conseguir este objetivo.
Por eso cuando la sociedad científica estadounidense (AGS) saca un artículo especial para recordarnos como conseguir “dar vida a los años”, no sólo creo que es importante leerlo, sino que también creo que debo intentar hacer la mayor difusión posible. Y por eso no sólo lo traigo acá, sino también en otro gran blog como es el de #PildorasGBE de @semeg_es, donde además de facilitar el estar actualizado sobre artículos técnicos de geriatría, también permite conseguir créditos de formación, que nunca nos viene mal.
Pero además este artículo es aún más importante porque intenta aplicar lo necesario para conseguir un envejecimiento saludable en el momento tan excepcional que estamos viviendo ahora por la COVID.
Últimamente estoy menos tiempo por las redes y dedicando más tiempo a otras cosas, entre ello a leer comics o tebeos, como queráis llamarlos. Sí que podría quedar bien y decir que estoy leyendo alguno de los comics o novelas gráficas recomendados en este mismo blog sobre patografía o algunos recomendados por el gran grupo de medicina gráfica. Pero no, estoy leyendo «pijameros», que entretengan sin más, aunque incluso en estos se puede aprender algo de medicina.
No penséis que os voy a traer lo último de los comics, soy un novato en este mundillo, para ello están otros. Pero no he podido evitar pensar en un gran comic que justo acabo de leer, cuando he leído la recomendación recién salida del horno de la SEMI sobre la valoración integral y multidimensional del paciente anciano hospitalizado (VIMA), coordinado por un gran profesional como es @ivmaroto_nacho. Y es que nada más leerlo me vino la siguiente imagen (por cierto no dejéis de leer el tebeo, es buenísimo).
VI(IIIIIILLLL)MA
Y por qué esta imagen. Porque así me he sentido, como el Pedro Picapiedra de la serie de la tele, que no para de chillar porque le han echado de su propia casa.
Y es que en «los Picapiedra» cuentan la historia de “nuestra sociedad” a través de la prehistoria. Mientras que en el grupo de paciente pluripatológico y edad avanzada de la SEMI hacen al revés, “crean” un nuevo concepto olvidando toda la historia.
Y es que la VIMA es la valoración geriátrica de toda la vida. Y no es que lo diga yo, lo dicen ellos mismos viendo las referencias que usan.
Comprenhensive geriatric assessment = Valoración geriátrica integral
Pero enfada que cambien el nombre. Imaginad, como dice una gran geriatra, que hubieran hablado de la importancia de la auscultación en el COVID, llamando al fonendo con otro nombre, es insensato. Cambiar de nombre hace que parezca no sólo que se crea algo nuevo, que es totalmente falso. Sino que también menosprecia el trabajo de muchos sanitarios, muchos de los cuales han sido y son internistas, que al igual que creo los profesionales de este grupo, han dado un paso adelante para mejorar la atención de los mayores hospitalizados.
Y es que el intento de mejorar la asistencia clínica de los mayores ya tiene una existencia larga, desde que en los años 40, la dra Marjorie Warren creó el germen de la “geriatría”, o hacia los 70 cuando el doctor Salgado Alba trajo esta forma de trabajar a España copiándolo y reconociendo a sus maestros. Sin olvidar a muchos de los médicos que están intentando extender la importancia de una buena atención clínica a las personas mayores, no sólo en Europa, EEUU e Hispanoamérica.
Y tienen razón en que la valoración geriátrica es importante y es buena, porque hay estudios de metaanálisis que demuestran los beneficios de esta valoración geriátrica, como bien describieron Rubenstein o Stuck, que ni siquiera son citados. Pero no sólo la valoración geriátrica es buena, sino que la forma de trabajar en geriatría que después «recomiendan» también lo es como bien han demostrado Fox et al, y los «no muy lejanos» drs Baztán, Suárez García, López Arrieta, entre otros.
El trabajo en geriatría es muy fácil, y a la vez muy difícil
Y por qué es tan importante esta valoración geriátrica, porque es la HERRAMIENTA TECNOLÓGICA más barata y de mejor resolución que disponemos con nuestros mayores. Sin embargo está infrautilizada, así que bienvenida las recomendaciones del grupo de cronicidad de la SEMI para que se use.
La valoración geriátrica es la herramienta tecnológica más barata y de mejor resolución existente en la hospitalización de las personas mayores
Porque no dudamos en el caso de oír unos crepitantes el pedir una placa de tórax para saber si lo que oímos son por insuficiencia cardiaca o por neumonía. Ni tampoco dudamos en pedir un Tc craneal o escáner, para saber si la parálisis del cuerpo que vemos es por un infarto, un tumor o por un sangrado entre otras cosas. Pues lo mismo pasa con la valoración geriátrica, no debemos de dudar en usarla. Porque nos ayudará a saber cómo estaba esa persona antes de ingresar, siendo nuestra obligación, el intentar que la persona vuelva lo más parecido a su situación previa, produciendo que la hospitalización cause el menor daño posible.
Y cuál es el problema. Que como bien nos cuenta el dr Rodríguez-Molinero los médicos tenemos muy mal ojo clínico con los mayores, nos lo imaginamos mucho peor de lo que están, produciendo limitaciones a la hora de diagnosticar y tratar. Así que la valoración geriátrica evita hacer mala medicina con nuestros mayores. Porque al igual que con un sodio de 160 no dudamos en no dar un alta hospitalaria, pues con una buena valoración hace que conozcamos a la persona y evitemos dar un alta no adecuada, con lo que ello conlleva.
Así que bienvenido todo aquel a expresar las bondades de la valoración geriátrica, porque somos pocos los médicos especialistas en geriatría, es más ni siquiera estamos en todas las comunidades autónomas. Así que se expanda la forma de trabajar en geriatría no es bueno, es buenísimo para las personas mayores. Pero lo único llamadlo por su propio nombre VALORACIÓN GERIÁTRICA, así en mayúscula y negrita. Sino se pierde el respeto a los que han sido nuestros maestros, y a los maestros de nuestros maestros. Porque como un médico sabio dijo una vez, la obligación de un médico en formación, y todos lo somos, es buscar a sus maestros, a lo que yo añado RECONOCERLO Y AGRADECERLO.
Algunas de las aportaciones de ilustres geriatras a través de twitter han sido
6. Dicho esto, ¿Es la VGI propiedad de los geriatras? No, en absoluto. ¿Son los geriatras los expertos en VGI? Sí, así es, como la exploración neurológica no es propiedad de los neurólogos pero son los neurólogos los expertos en exploración neurológica (ENL).
Tenemos tanto trabajo que hacer, tantas necesidades no cubiertas, que sólo le podremos hacer frente mediante un enfoque colaborativo y simbiótico entre todos los profesionales y áreas de conocimiento. Esto requiere de fomentar lazos de confianza y de reconocimiento mútuo.
Reconocer a Salgado Alba, @BaztanJose@Wally_Gator_MD entre muchos otros enormes de la Geriatria en España y a la propia especialidad de geriatría, lo mucho que aporta a la medicina actual. (3/4)…
Otros años la entrada del blog de Navidad ha sido para recordar o recomendar algo cultural, pero en este año tan raro, la felicitación también es rara.
Esta entrada está dedicada a todas las personas mayores que viven en una residencia, así como a sus familiares y a los trabajadores de estos centros, que aunque no creáis también estamos sufriendo.
Hay veces que uno empieza a escribir algo, y a mitad de la entrada se cruza algo. Una entrada de una gran colaboradora que no puedes dejar pasar, o una conversación que te hace cambiar lo que estás escribiendo. Y nunca sabes si haces bien en cambiar o no, pero lo tienes que hacer. Y esto es lo que ha pasado con una entrada que salió y que no tenía sentido. O eso espero que os hayáis dado cuenta los que nos seguís. Y es que “Ana la superfisio”, ha hecho cambiarla de pies a cabeza. Y lo típico, en vez de dar a guardar, dí a publicar.
¿Y tan importante era esa conversación para cambiar todo?. Pues sí, porque “sólo” tiene que ver con lo que “hacemos/hemos estado haciendo/hemos hecho” en la hospitalización con las personas mayores.
Y es que hace relativamente poco, y a la vez una eternidad, que hablando con una gran compañera, como es Ana la superfisio, te das cuanta que no eres raro por lo que piensas. Porque esa otra persona, en sólo cinco minutos, te está diciendo lo mismo que llevas tiempo pensando.
Y es que en muchas especialidades sanitarias, pero sobre todo en geriatría, es muy difícil el balance entre iatrogenia (pasarse de hacer cosas sin ningún objetivo curativo) y nihilismo (no hacer lo suficiente). Pero esto no sólo es un arte, sino que también es una ciencia. Y más ahora con todo lo que está «cayendo».
Pero es que además, hace nada he leído un artículo sobre «la medicina sensible», donde se planteaban esto mismo, que es la inutilidad de nuestras acciones en este periodo COVID. Sí, lo leéis bien, inutilidad. Se está viendo que todos nuestros intentos terapeúticos con «supertecnología farmaceútica», lo único que están consiguiendo son fracaso tras fracaso.
Pero esto de la medicina sensible como decía es todo una ciencia. Y aunque parezca algo sencillo, como este mismo artículo dice, esto no es tan fácil. Sobretodo ante esto que nos acontece, que nos ha obligado a actuar a la desesperada para intentar que “el maldito bicho” haga el menor daño posible. Así que nos hemos lanzado a una carrera donde todos nos hemos puesto a conocer y aplicar lo último que leemos, o que pensamos que puede servir, usando todo tipo de medicamentos que deseamos que sean “el tratamiento definitivo”, olvidándonos de los cuidados habituales. Y sí, nos hemos olvidado de la importancia de los buenos cuidados que hacíamos que nos ayudaban entre ellos a conseguir que la hospitalización sea “lo menos dañina” posible, o al menos en mi campo, el de la geriatría.
Tratar la COVID es importante, pero evitar las consecuencias negativas de los ingresos en las personas mayores es aún más importante
En una persona joven hacer que la hospitalización no sea “dañina” es fácil, porque no suele haber otras enfermedades o complicaciones que compliquen la hospitalización. Pero en las personas mayores hospitalizadas, si ya de por si la hospitalización “ordinaria” tenía sus complicaciones habituales como el delirium/síndrome confusional, o el deterioro funcional/discapacidad iatrogénica nosocomial, ahora estamos muchísimo peor. Con el cierre de los hospitales a los familiares y la menor presencia de los profesionales, ya sea por la gran sobrecarga laboral, ya sea por desvío de profesionales a unidades con una gran sobrecarga, como las UCIs, o por, no vamos tampoco a mentir, la necesidad de estar el mínimo tiempo posible para disminuir el riesgo de contagio, hacen que los ingresos sean no posiblemente malos, como eran antes, sino que a parecer de algunos/muchos catastróficos.
El fin principal de la geriatría es que no se tenga que usar esto tras una enfermedad aguda
Y no creáis que estamos contentos con lo que sucede. La prueba es que si a lo largo de estas semanas no he oído de mí o de alguna compañera, incluída Ana, “esto es una p… m…..” más de 20 veces al día, no lo hemos dicho ninguna. Y es que lo dices/oyes cuando te lo dice una compañera enfermera cuando te dice que hay que “explicar por teléfono” que tenemos que sujetar a Manuela porque ya ha estado a punto de caerse 10 veces al salir de la habitación mal calzada y estar resbalándose, y no puede haber un familiar acompañándola. Con lo cual no sólo estamos haciendo que esté más nerviosa, sino que estamos haciendo que ande peor, y con ello que su estancia se alargue. Con todo lo que conlleva. Y te lo vuelve a decir cuando Manuela a la que has tenido que poner una sujeción, está chillando, porque no entiende por qué le tienen sujeta. Entonces tu compañera de fisioterapia suelta “p… m…..” cuando le pides ayuda para intentar que no pierda el andar Manuela, que no sabe dónde está. Y lo primero que te dice la superfisio, con toda la razón y toda la evidencia científica, es que la sujeción no va a ayudar a la situación. Pero no sólo eso, sino que además te dice que necesitaría enseñar al familiar una serie de ejercicios para que Manuela los hiciera a lo largo del día. Es decir, sólo escuchas “p…m…..”.
Pero no sólo lo escuchas con Manuela, también con Juan, que está en aislamiento respiratorio y débil por una neumonía COVID que no entiende que no dejemos venir a su familia. Ni tampoco la familia lo entiende. Y su hijo lo lleva tan mal, como es lógico, que está llamando continuamente para saber como está su padre. O de Segis que se está muriendo por un infarto cerebral, y sus familiares tienen miedo de venir al hospital “y coger la COVID”. O de Jana, que se pasa todo el día llorando porque no tiene a su marido a su lado. O de Lluis, que se está recuperando, y la habitación se le hace muy pequeña para coger fuerza y poder hacer las escaleras que tanto necesita para volver a su tercero sin ascensor. Y de muchos más.
Y sí, la COVID es importante, pero no sólo existe la COVID. Y en los mayores es que además aún siguen existiendo muchas complicaciones, que por evitar “males mayores” puede ser que nos olvidemos de ellas. Pero para eso estamos, para intentar aplicar la anteúltima. Lo único que necesitamos ahora es un poco más de ayuda para aplicarlo. No sólo ayudando dentro del hospital, sino también ayudando a que no se nos vuelva a ir de las manos, por segunda, o ya tercera vez.
Igual esta entrada está algo «pasada de moda». Pero en los meses de Noviembre suelo hablar de cosas relacionadas con «la muerte». Ahora por cuestiones por las que no tengo mucho tiempo para redes sociales me he guardado una respuesta para aquí, para hacerlo con más calma. Y es que ya hace un par de meses volvió a rebrotar un debate en twitter a raíz de uno de los trámites legales sobre la ley de eutanasia.
Ya expliqué mi posición personal de estar a favor de la legalización de esta ley. Y como bien decían algunos en internet este septiembre, yo también me sumo al cansancio de mezclar en un debate «de combate a todo o nada» a la eutanasia contra los cuidados paliativos. Así un debate que da para mucho más, en algo que deberían ir de la mano, se convierte en una «lucha fratricida» sin sentido y que hace que no hablemos del fondo de la cuestión.
De nuevo, confusión entre qué son los #CuidadosPaliativos y #Eutanasia, tratando en ocasiones de transmitir que son incompatibles o antagonistas, o una buena y la otra mala, o una humana y la otra inhumana. En la era de la infoxicación, la posverdad se erige rotunda.
Sola, en la habitación, Mercedes ve pasar las horas a través de una ventana sin vistas. Unas horas extrañas, que parecen trascurrir a su propio ritmo, sin ningún reloj que las guie. Horas que se convierten en noches que mueren en días. Solo las chicas disfrazadas rompen la monotonía, con sus entradas enérgicas, trayendo bandejas, aseándola, dándole las pastillas. Siempre ataviadas con esos extraños plásticos, donde solo queda un borrador de mirada tras ellos. Se oyen palabras, pero no hay sonrisas. En una se esas horas, en un preciso minuto, Mercedes deja de esperar. Ya no sabe a qué espera, no lo recuerda. Entra una muchacha sin plásticos, solo con la cara tapada “Ya está Mercedes, ya puedes salir”. Le tiende la mano. “Vamos, ven a la sala, ya no hace falta que estés en la habitación. La prueba ha salido bien. No tienes coronavirus”. Mercedes la mira sin comprender. Intenta levantarse. Da un par de pasos. Pero parece que las horas en la habitación han sido caprichosas y se han encariñado de los pasos de Mercedes, llevándoselos. Al menos por un tiempo.
Mercedes sale de la habitación, solo era un aislamiento preventivo. Un día o dos para nosotros. Para ella; un mundo. Sale sí, pero la estancia no ha sido gratuita. Necesita ayuda para caminar y no tiene ni la más remota idea de dónde está.
Fuimos cautos aislándola. Debemos serlo. Debemos protegernos y proteger, nadie lo duda. Pero a veces tengo la sensación de que el covid no solo nos está pasando factura en si mismo. También pasa factura “el por si acaso covid”. Y también el “todo es covid”. Porque antes de todo esto, antes de que nos viéramos arrastrados por esta vorágine, éramos otra cosa.
Nuestra principal preocupación era recuperar, preservar. Mantener la reserva cognitiva y la función. ¿No era nuestro principal objetivo rehabilitar? ¿Estabilizar? Y ahora demasiado frecuentemente les pedimos a unas personas muy frágiles, unas personas que ya han soportado un confinamiento largo, que de nuevo estén solos, sin estímulos. Quietos. Aislados.
¿No se nos está olvidando el objetivo de nuestra profesión? ¿No nos estamos dejando arrastrar? No tengo soluciones mágicas. Quizás ahora, más que nunca, es tiempo de ser creativos…o no tanto. Porque quizás con cuatro cosas prácticas, sin descubrir América, podamos mejorar la situación. ¿Qué podríamos hacer?
– Mantener una correcta iluminación en la habitación, natural mientras sea posible.
– Medidas para favorecer la orientación como tener un reloj y un calendario cerca, visibles.
– Facilitar la comunicación con la familia, de forma directa o indirecta, mediante llamadas o preferiblemente videollamadas.
– Mantener a cada persona estimulada y a su vez entretenida: una radio, un libro, pasatiempos o una revista. Si está en nuestras manos podemos elaborar una pequeña carpeta con ejercicios de estimulación cognitiva individualizados para cada uno.
– Mantener la funcionalidad. Micción programada. Incentivar la movilidad. Quizás al aprovechar las entradas para otras cuestiones, sin consumir más EPIs ni aumentar la exposición, podemos intentar que la persona deambule acompañada por la habitación.
– Personalizar un poco la estancia; traer algún objeto personal, algunas fotografías, recuerdos…
– Podemos establecer un organigrama diario, de forma que haya unos tempos dedicados a cada actividad, para dar consistencia al día a día. A su vez esto ayudará a que cada miembro del equipo sepa cuál es su papel, cuál es su intervención.
Quizás podamos crear puentes entre seguridad y miedo. Entre proteger y encerrar. Al fin y al cabo, entre lo que fuimos y lo que somos.
Este mes se celebran los 11 años y medio de, quizás, la ley que más ha impactado en el mundo de la geriatría, y que en su momento se considero pionera y prioritaria.
Sí, estamos hablando de la ley de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia o LAPAD, ley 39/2006, del 14 de diciembre de 2006, o que todos conocemos como “LEY DE LA DEPENDENCIA”.
Con esta ley se reconoció por primera vez como derecho el recibir una atención por parte del estado de aquellas personas más vulnerables, independientemente de su edad.
Sí que con esta ley, al menos en Cataluña, se ha conseguido favorecer altas de centros sociosanitarios, es decir hospitales de primer nivel, con camas de larga estancia o de recuperación funcional (llámalo UME o convalecencia). Pero no podemos perder de vista que los tiempos que conlleva el proceso son muy lentos.