Sola, en la habitación, Mercedes ve pasar las horas a través de una ventana sin vistas. Unas horas extrañas, que parecen trascurrir a su propio ritmo, sin ningún reloj que las guie. Horas que se convierten en noches que mueren en días. Solo las chicas disfrazadas rompen la monotonía, con sus entradas enérgicas, trayendo bandejas, aseándola, dándole las pastillas. Siempre ataviadas con esos extraños plásticos, donde solo queda un borrador de mirada tras ellos. Se oyen palabras, pero no hay sonrisas. En una se esas horas, en un preciso minuto, Mercedes deja de esperar. Ya no sabe a qué espera, no lo recuerda. Entra una muchacha sin plásticos, solo con la cara tapada “Ya está Mercedes, ya puedes salir”. Le tiende la mano. “Vamos, ven a la sala, ya no hace falta que estés en la habitación. La prueba ha salido bien. No tienes coronavirus”. Mercedes la mira sin comprender. Intenta levantarse. Da un par de pasos. Pero parece que las horas en la habitación han sido caprichosas y se han encariñado de los pasos de Mercedes, llevándoselos. Al menos por un tiempo.
Mercedes sale de la habitación, solo era un aislamiento preventivo. Un día o dos para nosotros. Para ella; un mundo. Sale sí, pero la estancia no ha sido gratuita. Necesita ayuda para caminar y no tiene ni la más remota idea de dónde está.
Fuimos cautos aislándola. Debemos serlo. Debemos protegernos y proteger, nadie lo duda. Pero a veces tengo la sensación de que el covid no solo nos está pasando factura en si mismo. También pasa factura “el por si acaso covid”. Y también el “todo es covid”. Porque antes de todo esto, antes de que nos viéramos arrastrados por esta vorágine, éramos otra cosa.
Nuestra principal preocupación era recuperar, preservar. Mantener la reserva cognitiva y la función. ¿No era nuestro principal objetivo rehabilitar? ¿Estabilizar? Y ahora demasiado frecuentemente les pedimos a unas personas muy frágiles, unas personas que ya han soportado un confinamiento largo, que de nuevo estén solos, sin estímulos. Quietos. Aislados.
¿No se nos está olvidando el objetivo de nuestra profesión? ¿No nos estamos dejando arrastrar? No tengo soluciones mágicas. Quizás ahora, más que nunca, es tiempo de ser creativos…o no tanto. Porque quizás con cuatro cosas prácticas, sin descubrir América, podamos mejorar la situación. ¿Qué podríamos hacer?
– Mantener una correcta iluminación en la habitación, natural mientras sea posible.
– Medidas para favorecer la orientación como tener un reloj y un calendario cerca, visibles.
– Facilitar la comunicación con la familia, de forma directa o indirecta, mediante llamadas o preferiblemente videollamadas.
– Mantener a cada persona estimulada y a su vez entretenida: una radio, un libro, pasatiempos o una revista. Si está en nuestras manos podemos elaborar una pequeña carpeta con ejercicios de estimulación cognitiva individualizados para cada uno.
– Mantener la funcionalidad. Micción programada. Incentivar la movilidad. Quizás al aprovechar las entradas para otras cuestiones, sin consumir más EPIs ni aumentar la exposición, podemos intentar que la persona deambule acompañada por la habitación.
– Personalizar un poco la estancia; traer algún objeto personal, algunas fotografías, recuerdos…
– Podemos establecer un organigrama diario, de forma que haya unos tempos dedicados a cada actividad, para dar consistencia al día a día. A su vez esto ayudará a que cada miembro del equipo sepa cuál es su papel, cuál es su intervención.
Quizás podamos crear puentes entre seguridad y miedo. Entre proteger y encerrar. Al fin y al cabo, entre lo que fuimos y lo que somos.
¿Se te ocurre a ti algo? Esa es la cuestión.
Esa es la #preguntamaliciosa.
Leire Narvaiza Grau
Hola, soy terapeuta ocupacional y leyendo los «¿que podríamos hacer?», he visto la descripción de mis funciones en esta pandemia… He estado proporcionando ocio, haciendo videollamadas con la familia y sobre todo yendo a la habitación a caminar todo lo que las cuatro paredes nos dejan o haciendo ejercicios para mantener y/o fortalecer la musculatura. Y hablando mucho rato con ellos y ellas a pesar de mascarillas y plásticos… Sonriendo con la ojos y acariciando aún con los guantes… Gracias por el post
Me gustaMe gusta
Al revés gracias a ti. La función de las terapeutas ocupacionales si habitualmente son fundamentales en geriatría, ahora lo son aún más. Muchísimas gracias
Me gustaMe gusta
Muy buen post, acercando esas medidas prácticas de la geriatría.
Me gustó lo de «antes éramos otra cosa»… creo que en hacer el esfuerzo extra de no perder humanismo en el seno de una pandemia está la clave.
No sé si sirve de mucho, pero creo que la música (al menos en algunos casos) también ayuda a conectar con recuerdos.
Desde mi experiencia (aunque escasa) con la geriatría.
Un abrazo, a seguir tendiendo puentes entre la seguridad y el miedo.
Me gustaMe gusta
Muchísimas gracias. Por tu aporte. Totalmente de acuerdo con la música. Sobretodo con todo el tiempo del que uno dispone en estas situaciones, la músicoterapia es algo que no podemos olvidar. Muchísimas gracias
Me gustaLe gusta a 1 persona