Uno de los retos de la geriatría es conseguir un envejecimiento lo más saludable posible, o como dice una frase típica “dar vida a los años, no años a la vida”. Por eso casi siempre que puedo en twiter cuelgo algo sobre #hazejercicio #muevete. Pero aunque el ejercicio es uno de lo que uno debe hacer para conseguir “dar vida a los años”, esto solo no es suficiente para conseguir este objetivo.
Por eso cuando la sociedad científica estadounidense (AGS) saca un artículo especial para recordarnos como conseguir “dar vida a los años”, no sólo creo que es importante leerlo, sino que también creo que debo intentar hacer la mayor difusión posible. Y por eso no sólo lo traigo acá, sino también en otro gran blog como es el de #PildorasGBE de @semeg_es, donde además de facilitar el estar actualizado sobre artículos técnicos de geriatría, también permite conseguir créditos de formación, que nunca nos viene mal.
Pero además este artículo es aún más importante porque intenta aplicar lo necesario para conseguir un envejecimiento saludable en el momento tan excepcional que estamos viviendo ahora por la COVID.
No penséis que esto de las residencias sólo ha pasado aquí. Sólo hay que echar un vistazo a las noticias o prensa científica internacional, para ver que ha sido similar el desastre. Por ejemplo en Canadá sólo el 11% de los casos COVID que hubo fueron en residencias, pero con una mortalidad altísima (el 73% de todos los muertos). Esto da idea de lo horrible que es esta enfermedad en estos centros.
Pero lo que también os quiero decir es que los recursos sanitarios son escasos, y por eso hay que “escoger”. Porque os pregunto, si tú con 20, 30 (sí digo 20 o 30 años), 40, 50, 60 años que tienes COVID y lo tiene también tu pareja, tu hermano y tu padre, y te digo que sólo hay una cama de UCI, a quién escoges.
Porque sí, hay gente de 20-30 años con COVID en las UCIs, y sí las camas de UCI no son infinitas. Pues entonces si te digo que por respeto a la edad y a que la ambulancia ha llegado antes esa cama va para tu padre de 70 u 80 años, qué dirías. Pues eso es lo que se han tenido y tienen que plantearse diariamente los intensivistas. Así que para evitar esto «pórtate bien» y cumple las recomendaciones para evitar la COVID19. Así conseguirás que no tengamos que ponernos en el dilema de escoger.
Ahora que parece que empieza tercera ola, quiero recordar: 1. No todo el mundo debe ir a la UCI. Ni aunque estén todas las camas vacías. 2. La valoración de quién se beneficia de una UCI le corresponde al equipo clínico. Ni a un juez, ni a la familia, ni a los periódicos.
Y esto no tiene que ver con la edad, sino por su situación clínica, funcional, mental y social. Es decir, lo que consigo saber a través de la valoración geriátrica. Pero también es importante porque gracias a esa valoración geriátrica quizás sé que el padre de 80 años tiene más indicación de esa cama de hospitalización o de UCI que el hijo de 50 años. Sobretodo cuando las cosas se ponen feas como se están volviendo a poner.
Respecto a 19/Enero
Agudos: ⬆️ ingresados (+614) y ⬆️ 4 puntos el % de ocupación (28%)
Críticos: ⬆️ ingresados (+73… twitter.com/i/web/status/1…— COVID19 MADRID-S.P.M (@covid19_m) January 22, 2021
Da miedito ver hasta donde puede llegar a subir
Sí que con la pandemia se ha puesto de moda una escala de valoración de fragilidad llamada CFS, que ya tiene unos cuantos años, y que puede ayudar de forma rápida y visual. Es más es una escala que ya era conocida y usada en las UCIs (referencia 1,2), y en otras especialidades (referencia 3)
Como veis la CFS es «muy fácil», sólo hay que hacerla bien
Pero no sólo la edad de por sí es importante, sino que la edad «mal llevada» lo es más. Y es que se sabe que las personas mayores frágiles, tienen una peor respuesta al ingreso a la UCI que las no frágiles (referencia 2 y 5). Y por frágil, como bien dice la escala CFS no os imaginéis a la persona en silla de ruedas, que no reconoce a sus familiares. Esa persona no sólo es dependiente, sino que probablemente ya se puede considerar que está incluso en fase terminal. Y no es algo que se diga ahora por la pandemia, sino que es algo que ya está reconocido hace años. Con frágil nos referimos al CFS 5, una persona que bien vive sola, pero que ya necesita algo de ayuda, aunque sea mínima, aunque sea para apañarse con la medicación. Porque la fragilidad digamos que es el riesgo de tener que necesitar gran ayuda de otra persona si le sucede algo.
Añadido a 08.03.21: Pero es que además el uso de esta escala, como bien podéis ver en los siguiente tuits, ha demostrado su utilidad también con la COVID. Y es que aquellos con CSF de 4 o 5 mueren más que los de CSF más bajo. Y si el CSF es 6 o más, la mortalidad se dispara. Es decir cuanto más frágil o dependiente es una persona, más fácil es que muera por la COVID.
La Guía rápida NICE para la atención al COVID-19 recomendó el uso de esta escala ya el 20 de marzo de 2020https://t.co/miJGJ4sPVV
— Juan I González Montalvo (@Wally_Gator_MD) March 7, 2021
Así que en una enfermedad como la COVID, en que una primera no fue ola sino tsunami, y en la que ahora se ve que la mayor parte de los intentos terapeúticos fueron un fiasco, ahora que ya estamos de llenos en la tercera ola igual de inclemente que la primera, quizás puede volver a suceder el llanto por las residencias.
Ahora estamos «más organizados y protegidos», pero está pasando igual que en la primera ola, que residencias y centros similares donde entra la COVID, más vale prepararse para un requiem, como por desgracia estoy viviendo muy de cerca.
Así que el trabajo que se hizo en la primera ola de organización, de planificación y adecuación de cuidados, es decir de un buen trabajo en geriatría, son igual de válidos que entonces. Y es que cuando los tratamientos sí que han ido cambiado continuamente, hasta dejarse de usar casi todos salvo una medicación que se puede dar por boca como son los corticoides y el apoyo de oxígeno, y poco más, mal vamos.
Sin embargo estas medidas de preparación previa, que se basan en una buen trabajo y valoración geriátrica, siguen siendo igual de válidas. Para ello hay que hablar con las personas con tiento, y con las familias a tumba abierta, porque como bien dice las siguientes recomendaciones de muchas entidades científicas (7) han sido, son y serán decisiones difíciles.
Cuando muchas sociedades científicas se ponen tan pronto de acuerdo es por algo, porque la situación es muy mala. Lo malo es que es igual de válido que hace casi un año
Pero mejor que las sepamos de antemano, porque por desgracia no podemos obviar que la COVID actúa de forma horrorosa con nuestros mayores, ante lo cuál poco podemos hacer ni siquiera dentro de los hospitales. Es más si el tratamiento es una pastilla por boca y un poco de oxigeno que también se puede poner en una residencia, por qué ir a un hospital cuando están que ya no dan más de sí. Y si son muy frágiles, como ocurre muchísimas veces con las personas que viven en las residencias, pues aún la duda de trasladar aumenta mucho más. Así que cuando todo esto pasa en las personas mayores frágiles, donde sigue siendo igual de horrendo si caes enfermo, como veo de primera mano, te piensas que sólo nos queda cuidar y nuestro «primum non nocere», «primero no hacer daño», o lo que es lo mismo ante esta enfermedad, que no sufra.
Cuál es el problema, que no solo se ponen los mayores que viven en las residencias enfermos, sino también sus cuidadores, los trabajadores. Porque como bien dice una gran compañera enfermera y experta en psicogeriatría, ahora misma en cama con 39.5ºC por el maldito bicho, que como bien dice «estaba esperando resignadamente a que esto sucediera». Porque cuando se trabaja en una residencia o en una unidad de psicogeriatría, donde las personas no entienden de espacios, mascarillas, higiene, ni de no dar besos o abrazar, pues uno sabe que se va a contagiar. Porque es muy difícil o casi imposible que el bicho no entre en estas unidades, a no ser que haya un buen aislamiento social total, del que tampoco creo que los trabajadores y residentes tengan que sufrirlo, cuando gran parte de la gente pasa del tema. El problema es ahora quién la substituye en su papel, que a día de hoy no es importante, sino vital.
Así que no esperes que la vacuna sea efectiva, además con todo esto de la variante inglesa a saber lo que pasa. Quizás es mejor no tener que escoger entre tú o tu hermano, tu pareja y tu padre quien se queda la última cama de UCI. O tener que decidir si es trasladable al hospital tu padre que vive en una residencia. O peor aún, tener que escuchar que el escaso tratamiento del que disponemos no es eficaz, como sigue siendo habitual, y tienes que oir que tu padre se está muriendo. Quizás es más rentable hacer caso. Ponte la mascarilla, lávate las manos, mantén la distancia social, limita tu burbuja social y no creas que no es para tanto o esto es un invento chino, porque «el que con fuego juega, con fuego se quema».
Sola, en la habitación, Mercedes ve pasar las horas a través de una ventana sin vistas. Unas horas extrañas, que parecen trascurrir a su propio ritmo, sin ningún reloj que las guie. Horas que se convierten en noches que mueren en días. Solo las chicas disfrazadas rompen la monotonía, con sus entradas enérgicas, trayendo bandejas, aseándola, dándole las pastillas. Siempre ataviadas con esos extraños plásticos, donde solo queda un borrador de mirada tras ellos. Se oyen palabras, pero no hay sonrisas. En una se esas horas, en un preciso minuto, Mercedes deja de esperar. Ya no sabe a qué espera, no lo recuerda. Entra una muchacha sin plásticos, solo con la cara tapada “Ya está Mercedes, ya puedes salir”. Le tiende la mano. “Vamos, ven a la sala, ya no hace falta que estés en la habitación. La prueba ha salido bien. No tienes coronavirus”. Mercedes la mira sin comprender. Intenta levantarse. Da un par de pasos. Pero parece que las horas en la habitación han sido caprichosas y se han encariñado de los pasos de Mercedes, llevándoselos. Al menos por un tiempo.
Mercedes sale de la habitación, solo era un aislamiento preventivo. Un día o dos para nosotros. Para ella; un mundo. Sale sí, pero la estancia no ha sido gratuita. Necesita ayuda para caminar y no tiene ni la más remota idea de dónde está.
Fuimos cautos aislándola. Debemos serlo. Debemos protegernos y proteger, nadie lo duda. Pero a veces tengo la sensación de que el covid no solo nos está pasando factura en si mismo. También pasa factura “el por si acaso covid”. Y también el “todo es covid”. Porque antes de todo esto, antes de que nos viéramos arrastrados por esta vorágine, éramos otra cosa.
Nuestra principal preocupación era recuperar, preservar. Mantener la reserva cognitiva y la función. ¿No era nuestro principal objetivo rehabilitar? ¿Estabilizar? Y ahora demasiado frecuentemente les pedimos a unas personas muy frágiles, unas personas que ya han soportado un confinamiento largo, que de nuevo estén solos, sin estímulos. Quietos. Aislados.
¿No se nos está olvidando el objetivo de nuestra profesión? ¿No nos estamos dejando arrastrar? No tengo soluciones mágicas. Quizás ahora, más que nunca, es tiempo de ser creativos…o no tanto. Porque quizás con cuatro cosas prácticas, sin descubrir América, podamos mejorar la situación. ¿Qué podríamos hacer?
– Mantener una correcta iluminación en la habitación, natural mientras sea posible.
– Medidas para favorecer la orientación como tener un reloj y un calendario cerca, visibles.
– Facilitar la comunicación con la familia, de forma directa o indirecta, mediante llamadas o preferiblemente videollamadas.
– Mantener a cada persona estimulada y a su vez entretenida: una radio, un libro, pasatiempos o una revista. Si está en nuestras manos podemos elaborar una pequeña carpeta con ejercicios de estimulación cognitiva individualizados para cada uno.
– Mantener la funcionalidad. Micción programada. Incentivar la movilidad. Quizás al aprovechar las entradas para otras cuestiones, sin consumir más EPIs ni aumentar la exposición, podemos intentar que la persona deambule acompañada por la habitación.
– Personalizar un poco la estancia; traer algún objeto personal, algunas fotografías, recuerdos…
– Podemos establecer un organigrama diario, de forma que haya unos tempos dedicados a cada actividad, para dar consistencia al día a día. A su vez esto ayudará a que cada miembro del equipo sepa cuál es su papel, cuál es su intervención.
Quizás podamos crear puentes entre seguridad y miedo. Entre proteger y encerrar. Al fin y al cabo, entre lo que fuimos y lo que somos.
Y después de todo esto me pregunto… ¿quién irá a recoger el premio Princesa de Asturias a la concordia? ¿Aquellos que han luchado en las UCIS?
El equipo del SUMMA que traslada coronavirus apañando la ambulancia con plásticos e intubando con un riesgo quizá inasumible? ¿Las auxiliares de cualquier planta o cualquier hospital? Las gerocultoras que han visto morir a tantos mayores a los que se les ha negado su derecho a ser atendidos en un hospital sólo por vivir en una residencia. Los oftalmologos, pediatras, psiquiatras, otorrinos o cualquier especialista ajeno a los conocimientos de una pandemia de estas características? ¿Los geriatras? ¿Mis enfermeras? ¿Los internistas? ¿Los que hemos vestido bolsas de basura? El personal de limpieza, cocina, farmacia, informática expuestos como el resto para que esto funcionara, aún no siendo sanitarios como tal? Los que han perdido la vida dándola por los demás?Espero no ver a ninguno de los que se considera sanitario que no haya visto o tenido contacto con un paciente, que no se haya puesto y quitado un EPI, mejor o peor. Como hemos podido, como hemos sabido….Si sois tan justos, buscad un representante de cada colectivo que haya estado ahí, con los pacientes o con nosotros los apestados, que hayan llorado, que se hayan infectado. Que se les vea, y que lo disfruten los que de verdad se lo merecen. Yo por mi parte, prefiero recuperar mis derechos laborales que ya hace años se me han negado, mi libranza de guardias de sábados para disfrutar de mi familia, cobrar la carrera profesional, que se me dé oportunidad de formarme y no sólo en mi tiempo libre, que se adecuen los ratios de pacientes para una atención como la que se merecen… tantas cosas perdidas… y sobre todo el RESPETO.
Esa concordia que hemos conseguido transmitir todos los sanitarios e incluso no sanitarios unidos ha sido espectacular, merecedora de un premio. Ese sería el mejor reconocimiento para, creo, muchos de nosotros. Vuestros sanitarios tan aplaudidos. Ojalá no se os olvide que, con o sin coronavirus, lo damos todo cada día. Pase lo que pase. Gracias por el premio. Pero no olvidéis que nuestro premio siempre son y serán nuestros pacientes.
Gema Domínguez de Pablos Médico Especialista en Geriatría Hospital Guadarrama