Si bien ha generado multitud de diferentes opiniones, con sus más y menos aciertos, lo que es cierto es que “The father” no deja indiferente al espectador. Dirigido por Florian Zeller, este drama británico narra de un modo verdaderamente auténtico la historia de una persona mayor, encarnada por el maestro Anthony Hopkins, que ha comenzado la cruda realidad de la pérdida de su memoria.
Lo realmente bello de esta obra, más allá del indudable “papelón” de su actor principal, es su enfoque, que no es otro que el de la persona que está viviendo el inicio de la enfermedad en primera persona. Así, el montaje de este film hace que, de principio a fin, estemos tan perdidos y angustiados como el propio protagonista.
Anthony es un anciano al que su hija Anne intenta convencer para que contrate a una asistenta que le ayude con las tareas del hogar antes de mudarse a París, pero como ocurre en la vida misma, el padre rechaza la idea ya que «puede valerse por sí mismo, por supuesto». La preocupación de Anne por su padre va en aumento a medida que este comienza a sufrir cada vez más despistes e ideas de robo y perjuicio, llegando a agredir verbalmente a su hija. La fina línea entre la realidad y la ficción en la mente del artista hace que la película se torne confusa y un tanto laberíntica, lo que para mí la hace realmente dinámica y original.
Otro aspecto que no me gustaría pasar por alto es la crítica que su autor hace del maltrato a las personas mayores. Me resultó realmente conmovedor y estremecedor. Se trata de la escena en la que el novio de Anne agrede físicamente a Anthony y la baja credulidad que su hija le otorga al ser considerado un “demente” que “no sabe lo que dice”. Invita, sin lugar a dudas, a una profunda reflexión.
Finalmente, la película, que es rodada casi por completo en el interior de la casa de “el padre”, acaba en la habitación de una residencia, un lugar cargado de tristeza y desamparo, un sitio lleno de frustración.
Sin lugar a dudas, una fuerte recomendación para tod@s aquell@s que no la han visto todavía. Nutre la conciencia e incita al alma. Por favor, no se nos olvide que las personas mayores con y sin demencia, y especialmente con demencia, siguen siendo eso, personas.
Solo Oscar sabe las versiones que hay de esta entrada. Nunca pensé que la definitiva sería la que están a punto de leer.
Puedo equivocarme sobre el sitio desde donde están leyendo esto. Algunos (un millón de gracias por todo) saliendo de un maratón de tantísimas horas en residencias, hospitales… Otros, quizá, ya en casa. ¿Puede que en el baño? Debo reconocer que es una de mi salas de lectura favorita.
Pero casi podría poner la mano en el fuego y no me quemaría a que sé donde están los protagonistas de esta historia. Confinados, en casa. Sin poder salir. Salvándose y salvándonos en cierta forma. Y tampoco me equivocaría si digo que como yo, como tantos, pero a otra escala, un día como hoy sienten tristeza, impotencia, nostalgia y ¿por que no? un filo de esperanza sabiendo que un día como hoy, tan especial, Sant Jordi, el día del libro, se pospondrá y, si todo va bien, si los que nos tenemos que quedar en casa lo hacemos, verá la luz y el Sol en pleno verano.
Esta historia empezó a finales de octubre del 2019. Como buena (pseudo)-escritora antes de presentar algún texto o colgarlo en la infinita red tiro de lectores zero. Y como ¿buena? fisioterapeuta leo, atentos, leo mis textos a mis pacientes mayores más leídos (y son muchos) porque tienen una crítica muy rica.
Necesito vuestra ayuda. Des de hace meses escribo un artículo para @osmachope pero le falta algo,por eso en este hilo encontrareis 4 preguntas. Dos para las que tenéis +65a, otra a los que tenéis contacto con centros de mayores, y otra si sois familiares de mayores en general. RT
No fuí consciente que yo era la que leía los textos a varios hasta el día que hablando con L. sobre si compraría mi novela el día que me decidiera a acabarla y publicarla me dijo lo siguiente:
Yo la compraré, pero no la podré leer.
Y el día que le envié el borrador a C. y me dijo:
¿Me la puedes mandar con letra más grande?
Y la amplifiqué hasta 3 veces. Fue entonces cuando recordé que cuando les ofrecía los microtextos me decían aquello de:
Léemelo tú, por favor.
Alarma clara que pasé por alto.
Con una idea ya calada dentro empecé a investigar entre mis pacientes y me sorprendió (entristeció) cuantos habían dejado de leer, progresivamente, casi sin verlo venir, porque no eran capaces de ver la letra.
Llegado este punto puede que ya estén pensando ustedes en audiolibros, libros digitales, lupas…
Les entiendo. Yo sí. Y seguramente la brecha digital generacional actual se irá reduciendo década a década. Es más, algunos de la generación de oro actual ya han roto con ella pero obviar que la mayoría no forman parte de ello me parecería negar una realidad.
Hemos asociado el papel, el libro, a un romanticismo del que yo también estoy impregnada.
E imaginándome a mi misma leyendo un último libro de papel me puse a buscar una solución que de hecho, ya estaba inventada.
Me puse en contacto con una primera editorial que me prendió la mecha para matizar la solución Quaderns Crema. Por mensaje directo el/la community manager se leyó un conjunto de frases filosóficas, que no medité, sobre mi preocupación por el día final de la lectura y… ¡me contestó! Compartía mi preocupación y me abrió una puerta, los libros con letra más grande.
El tamaño de la letra sí que importa
Está editorial tiene dos colecciones con la letra un poco más grande de lo habitual, Mínima minor y Cuadernos Acantilado.
Si bien son un poco más grandes y para algunos abrirá la puerta a volver a leer aún era insuficiente para L.
Así pues, me dispuse a preguntar a todas las editoriales que encontré y, Edicions 62 me dió la clave.
Esta editorial tiene una colección llamada Lectura +, y ¡vaya si es plus!
Pedí prestado el libro en la biblioteca y se lo llevé a L. De la lista de libros que se podían disponer en Lectura + le apetecía romper la sequía leyendo Pa negre. Mientras llegaba de otra biblioteca le llevé El Guardián entre el Centeno.
Y, así, leyendo a J.D.Salinger y ruborizándose (que a la vez le hacía gracia) con las blasfemias que su tinta, L. retomó la lectura después de años sin leer.
Hola L. ¿Como va el confinamiento?
¡Irene! Hago ejercicio y estoy acabando el Viejo y el Mar.
A día de hoy lleva leídos 3 libros.
Con un libro, el confinamiento aislada del mundo, de los tuyos, pasa mejor.
Durante algunas tardes con una de las bibliotecarias de la Biblioteca de Cassà estuvimos buscando libros de letra más grande y finalmente encontró un listado de libros, algunos ya perdidos. Empezamos a pedir libros, y más libros, que aparecían como lectura letra grande, extra… Llegaron algunos títulos que eran libros de para niños y otros donde la letra no era mayor que la usada actualmente en la mayoría pero estos de aquí sí son libros con letra grande.
Tiene coherencia la escasez de este tipo de libros. Mayor letra, mayor número de páginas, mayor precio.
Pero ahí están algunos. Y son para algunas personas oro.
Mi madre ya no lee.
Yo a día de hoy le invitaría a preguntarle por qué.
Y si es porque no ve la letra puede invitarla a romper la brecha digital y si no le apetece, regalarle una nueva oportunidad de papel de vivir una aventura.
Pregunte en su biblioteca, si no lo tienen pueden traérselo y algunas dan el servicio de préstamo de libros a domicilio (antes del confinamiento). O resérvelo ahora para después de este encierro. O acuérdese de esta entrada este Sant Jordi pospuesto y caluroso.
No quiero acabar sin mi agradecimiento a todas las personas que durante meses han puesto su granito de arena en este artículo:
Mil gracias a las editoriales que me contestaron/ayudaron a encontrar la fórmula correcta:
Como última recomendación #geriatriacultural es todo un honor tener a todo un referente de las redes como es el dr Alfonso Vidal, más conocido como @DrAlfonsoVidal, que con su blog #ElBlogdelDolor y su colaboración habitual en @Consalud_es nos intenta enseñar no sólo cosas sobre su especialidad, como es el dolor, sino que también nos enseña lo que es la vida, como tan bien podéis comprobar en esta entrada.
Anciano en pena
“Anciano en pena (en las puertas de la eternidad)” Vicent Van Gogh, 1890. Museo: Kröller-Müller, Otterlo (Países Bajos)
El final de la vida corporal, mental, social, son vertientes del final de la existencia y cualquier reflexión posible estará condicionada por nuestra biografía y contexto cultural, invitándonos a múltiples conjeturas. Para algunas personas se tratará de acabar la ruta y para otras representará solo descansar antes de abrirse a nuevas oportunidades. Estas últimas se confortarán al iniciar la eternidad.
La eternidad, ese insondable acantilado al que ninguno queremos asomarnos, bien por prudencia, bien por vértigo, es al que la humanidad se ve abocada cuando llega a edades provectas en que debería tomarse todo con calma.
La vida es como una cordillera…plagada de picos y una vez que los has sorteado todos, sólo te queda disfrutar del descenso. Quienes saben de escalada suelen decir que puede ser tan difícil o incluso más esta etapa por lo descontrolado de la inercia. La mente diseña un rumbo, pero las capacidades establecen penosos límites. La autonomía personal se va perdiendo y sólo se mantiene su eficacia para actividades más sencillas.
En el caso biológico todo dependerá del acopio de fuerzas hecho en fases anteriores, pero a nadie se le escapa que perdemos fuerza e interés, diluimos energías que un día nos hicieron sentir potentes y vigorosos, dejamos de ser un poco aquello que fuimos, más, sin perder la identidad.
Se mantienen ciertos rasgos y sí, en ocasiones, sólo se conserva una penosa caricatura. Precisamente fue el pintor alemán del Renacimiento Hans Baldung Grien uno de los que mejor inmortalizaron en óleo los cambios de aspecto consecuencia de la edad, mostrando figuras casi grotescas.
Se otea el horizonte desde esta nueva vertiente, ya sin preocupaciones laborales, sin estreses de horarios de entrada y salida, sin agobios profesionales de éxitos/fracasos, sin la tensión del funambulista…También se pierde mordiente, agresividad a la hora de afrontar nuevos retos, y eso paulatinamente conduce a la desconexión de la realidad. Se dejan por el camino referentes y relaciones sociales, y personas que han compartido vidas y senderos se ven separadas dejando al desnudo soledades.
En la obra de Vincent Van Gogh elegida para la ocasión se puede palpar el miedo. Tal vez haya pánico e incertidumbre ante la eternidad. Tal vez solo refleje impotencia. Finalmente, los puños en la frente no sujetan pensamientos, sólo impiden verter lágrimas liberadoras.
En 1890, fecha de la que data la obra, la falta de certezas era aún mayor, máxime para un pintor que pasaba una crisis aguda en sus últimos días de vida, en que le diagnosticaron “manía aguda con delirio generalizado”. A veces pensamos que sólo los pacientes o modelos son los afectados, y muchas veces los pintores o médicos también lo somos.
Pese a semejante trastorno (que hoy día cuestionarían los colegas psiquiatras), el autor pintó de memoria a un veterano de guerra que enterraba la cabeza entre sus manos, quién sabe si intuyendo el final de sus días o recordando el final que causó a otros que no le concedieron su perdón.
Por suerte esta melancolía antaño vinculada a la senectud es hoy más un atavismo o un tópico que una realidad, porque el estudio y atención de nuestros adultos mayores está cada vez más presente en una sociedad progresivamente más envejecida y que poco a poco está aprendiendo a dar vida a los años, en vez de empeñarse alocadamente en su inversa.
La esperanza de vida cada vez es mayor, la longevidad es una realidad que posterga decisiones finales y tremendistas, pero hay que conservar el espíritu vivo y estar dispuesto, al tiempo que las diferentes especialidades trabajan con denuedo por prolongar nuestras carnes.
El desvelo no termina por más plateadas que tengamos las sienes, por más surcos que horaden nuestra frente. No dejar para mañana lo que puedas vivir hoy ni dejar de decir lo que debas decir.
Es la actitud ante la vida y la muerte la que podrá hacer más llevadero el ocaso que anuncian las arrugas, encontrando el sentido de la vida y saliendo con ventura del balance, lo que convertirá cada día en un regalo, una tregua ante la adversidad, un desaire a la muerte.
Dr. Alfonso Vidal
Director unidad del dolor
Hospital La Luz y hospital Quirónsalud Sur de Alcorcón
Un año más que llegan estas fechas en el que es casi obligado hacer un «especial». Y es que la Navidad al igual que el verano son fechas, por un motivo u otro que invitan a la reflexión y a pensar. Así que este año volvemos con una #preguntamaliosaNavideña, al igual que otros años.
Hoy toca #GeriatriaCultural. Este es el apartado más difícil de realizar de todos. Y es que no es fácil conseguir a una persona que colabore. Por eso daré mil gracias a mis compis como Liane o Silvia, o a mis “amistades tuiteras”, como @fonenvillamocos o @daperezm, que me facilitaron el camino, pero también de los muchos otros que han colaborado desinteresadamente.
Pero hoy quería hablaros de porque pienso seguir con este apartado. Y es que ya tengo una razón científica. Y es que acaban de salir dos estudios en relación con este tema.
El primero recién publicado en el “Alzheimer’s Dementia” trata sobre la importancia de las actividades recreacionales, deportivas y culturales. Para ello han seguido a unas 2600 personas alrededor de 11 años. Al principio miraron no sólo aspectos clínicos, como la exploración física, sino que también miraron las relaciones sociales y las actividades que realizaba cada persona. Por actividades no sólo era si hacían ejercicio, como caminar o hacer deporte, incluyendo al golf como deporte. Sino que también miraban todo tipo de actividad. Desde coger moras, la jardinería, leer libros, jugar a las cartas, tocar u oir música, pintar, usar internet, ir al cine, a museos o a exposiciones de arte, ser voluntario, bailar… Valía hasta jugar al bingo. Es decir miraban todo lo que conlleva tener una vida activa.
Y cuál es la conclusión. Pues que los factores de riesgo cardiovascular estaban asociados con el riesgo de demencia, que ya es conocido. Pero sobretodo que el riesgo de desarrollar demencia en las personas con factores de riesgo cardiovacular es mucho menor, hasta un 67%, en aquellas personas con vida social activa o buena red social. Es más, otra conclusión interesante es que se puede retrasar el inicio de una demencia en 3.5 años en aquellas personas con alto riesgo cardiovascular.
Y es que este informe, que resume más de 3000 estudios con relación entre el arte y la salud. Destaca que el arte puede afectar sobre la salud, previniendo enfermedades, como la diabetes, la obesidad, el Parkinson o la demencia. Y por arte nos referimos desde ir a conciertos, a bailar o tocar música, o leer o escribir. Sin olvidar la fotografía, la escultura o artesanía. Incluso consideran las artes digitales y animaciones. O las actuaciones de payasos, que reducen la ansiedad, el dolor y la presión arterial, especialmente en el caso de los niños, pero también en el de sus padres en casos de emergencias.
Y este beneficio del arte se ve desde la más tierna infancia, por ejemplo «los niños a los que los padres les leen historias antes de dormir tienen un tiempo de sueño más largo y mejor concentración en la escuela».
Pero el arte no sólo mejora la salud, sino que también facilita la promoción de la salud, y también puede mejorar la cohesión social y reducir las desigualdades sociales.
Es más es tan importante que dan una serie de recomendaciones, por ejemplo:
Garantizar en las comunidades la disponibilidad y accesibilidad de los programas artísticos relacionados con la salud
Apoyar a las organizaciones artísticas y culturales para que la salud y el bienestar formen parte de su trabajo
Concienciar públicamente sobre los potenciales beneficios para la salud que conlleva la participación en actividades artísticas
Incluir las actividades artísticas en la formación de los profesionales de la salud
Así que actividades como poner un punto de lectura en un centro de salud, o este apartado, ya no sólo es por opción personal, sino que podemos decir que es una recomendación de la OMS.
Lo prometido es deuda. Este año tenemos un claro y buenísimo ganador del premio #hablandodegeriatria18. La idea sería presentaros un artículo interesante sobre cuidadores, pero ha resultado mucho mejor.
Y es que como dice el refrán «una imagen vale mil palabras». Quizás por eso los cómic pueden ser muy útiles para ayudar a comunicar sentimientos o vivencias.
Así que es un placer contar para finalizar «este curso» no sólo con un gran «artículo para cuidadores» sino que con unas magníficas recomendaciones de #geriatriacultural que no debes perderte.
Han pasado veinticinco siglos desde que el filósofo Platón plasmara en su diálogo La República su visión sobre que los buenos médicos “no es con el cuerpo como curan el cuerpo (…) sino con el alma, la cual, si no disfruta de salud, no será capaz de curar nada”. Este pequeño fragmento de sabiduría antigua deja patente el largo recorrido del deseo de que los médicos posean un conocimiento que vaya más allá de la ciencia, uno que alimente su “alma”. Hoy en día, esta antiquísima convicción sobre la necesidad de humanización del mundo sanitario ha dado como fruto el nacimiento de la medicina gráfica, una novedosa disciplina académica que se sitúa en la intersección de los estudios sobre cómic, ciencias de la salud y humanidades médicas, y que cada día se encuentra más consolidada en España, con numerosos profesionales sanitarios abogando por emplear los cómics en el ejercicio diario de su profesión, así como investigadores llegados de diversos campos del conocimiento que contribuyen al reconocimiento académico del estudio de la salud humana a través del cómic.
Los cómics que tienen como tema principal la enfermedad, la diversidad funcional, las experiencias clínicas, la pérdida de los seres queridos, etc. (también llamados patografías gráficas) son un fenómeno que podemos relacionar con la progresiva expansión, en décadas recientes, de un tipo de cómic extenso, dirigido a adultos y publicado en forma de libro, al que muchos denominan “novela gráfica”. Dentro de esta aún joven corriente de cómics sobre lo cotidiano y lo traumático encontramos una temática decididamente inusual en otros formatos narrativos: las vidas de los mayores. En España, es bien conocido el ejemplo paradigmático de Arrugas, de Paco Roca, un texto pionero en el género de la patografía gráfica en español que se convirtió en un inesperado éxito de ventas. La historia de Emilio, paciente de Alzheimer y residente en un hogar para mayores, consiguió despertar un clamoroso interés entre personas que habitualmente no leían cómics, pero que se sentían representadas y comprendidas en sus vivencias como familiares de personas con Alzheimer, cuidadores, trabajadores en geriatría, etc.
Arrugas, no obstante, no es un ejemplo aislado. Siguiendo la hegemónica corriente de cómic autobiográfico que suele describirse como ejemplar de la llamada “novela gráfica”, encontramos un buen número de obras creadas por artistas que cuidaron de sus padres en los últimos años de sus vidas y que plasman, a través del lenguaje de las viñetas, sus recuerdos y experiencias como cuidadores en el seno familiar. A falta de un término mejor, podemos denominar a estas narrativas “autobiografías sobre cuidados”. Podemos observar que, en su inmensa mayoría, se trata de cómics creados por mujeres, un hecho nada menospreciable, pues evidencia que los cuidados siguen siendo tareas eminentemente femeninas, pertenecientes al espacio marginal del hogar y, por lo tanto, aún estigmatizadas y escasamente representadas en la esfera cultural. Las autoras de autobiografías sobre cuidados han empleado diferentes estrategias, acordes a sus intereses creativos, para narrar gráficamente aquella etapa de sus vidas en la que ejercieron como cuidadoras de sus padres en su vejez.
Roz Chast, historietista para el New Yorker desde 1978 y autora de ¿Podemos hablar de algo más agradable? (Reservoir Books, 2015), recurre al humor, que no solamente es su medio de vida como profesional de la historieta en prensa, sino también un modo especialmente eficaz de lidiar con una realidad dolorosa. Su cómic habla de George y Elizabeth, sus padres nonagenarios, una excéntrica pareja que se ve obligada a trasladarse a una residencia para mayores tras una fatídica caída que deja a Elizabeth incapacitada para asumir la carga doméstica y desata una irreversible demencia en su marido. Con un estilo colorista y caricaturesco, Roz Chast relata toda una espiral de peripecias familiares y hospitalarias que terminaron por sobrepasar todo lo que algún día imaginó acerca de lo que significa hacerse viejo. A menudo, representa situaciones como la confusión que le produce la dualidad de su rol como hija y cuidadora o el estrés de hacerse cargo de tareas burocráticas muy raramente discutidas en público, pero que forman parte de las vidas de todos los hijos con padres ancianos. Así mismo, emplea el humor para mostrar el lado más difícil de proporcionar cuidados a los mayores, como encargarse de su higiene, asumir el alto coste económico que supone una atención personal y médica digna, o hacer malabarismos para compatibilizar los cuidados con la vida laboral.
Joyce Farmer, reconocida creadora de cómics feministas en la década de los setenta, abandonó el mundo del cómic durante más de treinta años para asumir la responsabilidad de cuidar de su padre y su madrastra en sus últimos años de vida. Su esperado regreso, titulado Un adiós especial (Astiberri, 2011), narra precisamente sus experiencias como cuidadora. Además de su carácter de relato costumbrista, Un adiós especial contiene una punzante crítica hacia la residencia para mayores en la que su madrastra acabó falleciendo de forma prematura debido a una serie de negligencias cometidas por el personal sanitario. La aparente falta de empatía y mala praxis experimentadas dentro del deteriorado sistema sanitario estadounidense contrasta en esta obra con los episodios domésticos, llenos de afecto, en los que la pareja de ancianos consigue atravesar sus dificultades cotidianas con la incansable ayuda de su hija.
En Tangles: a story about Alzheimer’s, my mother and me (Skyhorse Publishing, 2012), Sarah Leavitt configura su historia personal como cuidadora de su madre, diagnosticada con Alzheimer, a partir de anotaciones de su diario íntimo. Entre sus páginas en blanco y negro encontramos parte de estas notas reales, además de retratos a lápiz de su madre, cartas y postales que ambas intercambiaban, etc. Leavitt reflexiona sobre la pérdida de la intimidad corporal de quienes sufren demencia, puesto que en última instancia necesitan ayuda con su higiene personal, lo cual conlleva una dolorosa inversión de los roles familiares que modifica la identidad de los cuidadores, que pasan a ser hijos que ejercen de padres.
En una línea más vanguardista podemos encontrar una narrativa gráfica como Aliceheimer’s: Alzheimer’s Through the Looking Glass, de Dana Walrath (Pennsylvania State University Press, 2016). No se trata de un cómic, sino, más bien, de un álbum ilustrado que combina páginas de ilustraciones a página completa con textos explicativos, en un intento de trasladar a un soporte físico las entradas de su blog, plataforma a través de la cual se publicaron por primera vez. Su autora emplea una técnica de “collage” para representar gráficamente momentos de la vida de su madre, Alice, a la que vemos siempre ataviada con un vestido creado a partir de fragmentos recortados de Alicia en el País de las Maravillas, un texto que solían leer juntas y que para Walrath resulta simbólico del mundo de fantasía al que la demencia transporta a su madre. Se trata de un relato cotidiano y libre de estereotipos de los últimos años que Walrath pasó junto a Alice, ejerciendo de su cuidadora principal, pero también un afectuoso homenaje a la mujer que Alice fue antes de perder sus recuerdos y que permanece para siempre en el hogar de la memoria.
Ejemplos como estos nos demuestran que las autobiografías sobre cuidados constituyen una aproximación novedosa al mundo de los mayores que nos permiten conocer de primera mano aquellas experiencias que, pese a su cotidianidad, tienden a ser socialmente ignoradas, en parte porque pertenecen al a menudo silenciado espacio de lo doméstico. Estos textos tienen un indudable propósito didáctico que, a un tiempo, aporta visibilidad al trabajo diario de quienes cuidan de los mayores. El lenguaje del cómic, gracias a recursos como la caricatura y el dibujo simplificado, favorece la comprensión y la identificación del lector con lo narrado, despertando profundos sentimientos de empatía fundamentales para el ejercicio de las profesiones sanitarias.
Inés González Cabeza
Referencias bibliográficas
CHAST, R. (2015). ¿Podemos hablar de algo más agradable?, Barcelona, Reservoir Books.
FARMER, J. (2011). Un adiós especial, Bilbao, Astiberri.
LEAVITT, S. (2012). Tangles: A story about Alzheimer’s, my mother and me, Nueva York, Skyhorse Publishing.
WALRATH, D. (2016). Aliceheimer’s: Alzheimer’s Through the Looking Glass, Pennsylvania State University Press.
Ya es nuestra cuarta edición especial de la #preguntamaliciosa sobre el día del libro y St Jordi, y esperemos no la última. Este año cambiamos de fecha para acercarla al día del libro o Sant Jordi, que es la razón de ser de esta entrada.
Pero este año no os queremos hacer ninguna #preguntamaliciosa, sino que os quiero contar un homenaje que hacemos a un gran compañero y amigo como es Canta, que nos dejó hace casi un año.
Nuestro servicio es un poco, por no decir bastante, friki. Y aparte de estar continuamente con revisiones clínicas, ver cuál es la última actualización del BMJ o del NEJM, investigar hasta poder salir en wikipedia… de vez en cuando nos ponemos «culturales». Y este día del libro o Sant Jordi año es una de esas veces.
¿En Navidad quién no hace el amigo invisible?. Pues nosotros hacemos el libro invisible. Antes lo hacíamos por verano, así nos ahorrábamos el comprar un libro para las vacaciones. Pero este año lo retomamos por Sant Jordi, en recuerdo de Canta.
Cada uno de nosotros desde hace un par de semanas, de forma «secreta», deja un libro que le encanta en el equipo de PADES, que es donde trabajaba Canta. Las únicas condiciones son que lo hayas leído, que te encante, y que sea algo «ligerito». Es que si alguien deja «Guerra y paz», o similar, pues igual se tira todo un año, y tampoco es eso.
Algunos de los libros que nos están esperando en un par de días
Y en Sant Jordi pues pasaremos por allí para coger un libro, eso sí, con los ojos bien tapaditos, sin mirar.
La verdad es que tengo que decir que aunque no sabes que te va a tocar, nunca te defrauda. Siempre te llevas temporalmente a casa un libro que no olvidas, y sobretodo un poco de la persona que lo ha dejado. Y digo temporalmente, porque después de leído hay que devolverlo, con una notita de si te ha gustado o no, por qué, y quién crees que lo ha dejado.
Es una experiencia que desde #geriCSG os recomendamos hacer. Si al final alguno lo hace, seguro que Canta se alegrará mucho de ello.
Y cuál es el libro que he dejado, pues tendréis que esperar al 23.04, ya digo que es una sorpresa «secreta».
Para terminar os dejamos también una de «sus canciones», que además forma parte de la banda sonora de la película preferida de #geriCSG
Hoy en el apartado #geriatriacultural está invitado uno de los pocos superespecialistas en psicogeriatría. Sí que somos muchos los que nos llamamos psicogeriatras, pero creo que son pocos los verdaderos. Y por qué digo superespecialista, porque es de los pocos médicos en España que han hecho la especialidad de geriatría y psiquiatría, una detrás de otra. Eso quiere decir que se han formado como mínimo durante ocho, sí lo digo bien, ocho años (dos periodos MIR) para poder valorar, diagnosticar y tratar a una persona. Así que tener aquí a Eduardo Delgado @edudelgadod para contarnos la historia del, quizás, psiquiatra más famoso, y de, quizás, la historia médica escrita más famosa es todo un honor. En espera, claro, de que escriba él su historia de psicogeriatria.
La casa de Dios
Cuando conocí a Roy Basch me sedujo “el Gordo”. La Casa de Dios, libro de cabecera de los estudiantes de medicina en Norteamérica, cayó en mis manos para que pudiese trazar una línea diferencial entre la geriatría y la medicina interna. Todo encajaba. El Gordo, un personaje lacónico, cínico, perspicaz y despojado de convencionalismos lograba con un talante afable unos resultados de salud excepcionales. Obviamente era el geriatra. A través de términos irreverentes y provocadores se sucedían historias hilarantes con final feliz. Sus pacientes iban mejor, acicalados y largados. No había lecciones magistrales. Su manejo biopsicosocial contrastaba con la meticulosa búsqueda de la enfermedad de “Jo“, su compañera internista. Ésta garantizaba un billete para una travesía por la iatrogenia con resultados nefastos para los gomers. Tengo el diagnóstico, puesto el tratamiento, pero ¿y ahora qué? Ya no camina y vive en un cuarto sin ascensor. ¿Por qué no camina? Radiografía, biopsia muscular…
En nuestro entorno, La Casa de Dios se considera un texto gamberro, proscrito por sectores de una medicina rancia y paternalista, poco ávida de autocrítica, y con la geriatría como especialidad marginal dentro de un sistema sanitario que atiende fundamentalmente ancianos. Kafkiano. Real.
Reparé en Roy Basch al releer El Monte Miseria cuando empezaba en esto de la psiquiatría. ¿Primero geriatría y luego psiquiatría? Aún sin mitomanía puede entenderse mi debilidad por el autor de la saga, Samuel Shem (seudónimo que utiliza el psiquiatra Stephen J. Bergman). Lo cierto es que cuando leí por primera vez Monte Miseria me resultó esperpéntico y alejado de mi realidad. En ese momento no existía nada más allá de la valoración geriátrica integral. Años más tarde y con muchos más encima, mientras el fonendo y los seguriles se escurrían poco a poco de la bata, Roy Basch centró mi atención.
Todo un periplo compartido, inimaginable cuando conocí a Roy la primera vez. Los primeros años fueron de formación y dedicación exclusiva al anciano, cuya atención casi nunca era especializada ni considerada. Niveles asistenciales, funcionalidad, fragilidad, trabajo multidisciplinar. Expertos en enfermos. Luego se sucedieron experiencias y enseñanzas variopintas sin fonendo ni exclusividad de grupo etario. Sin nada. Y con todo. Maestros asombrosos y expertos decepcionantes. Pude descubrir vericuetos de la salud mental caricaturizados magistralmente por Roy para finalmente compartir el elemento terapéutico que presenta como transgresor: la conexión; el valor terapéutico de lo interpersonal (relación paciente-bata blanca).
Este recorrido me lleva inevitablemente a reflexionar sobre nuestra realidad asistencial, absolutamente determinada por políticas sanitarias caleidoscópicas que ni entiendo ni comparto. Continúan sin centrarse en el más prevalente de sus usuarios, el anciano. O lo hacen a través de programas de cronicidad abanderados por oráculos de la enfermedad, de la pluripatología o de la polimedicación. No es país para viejos, pero es lo que hay. Y quienes les atienden avalan cada acto clínico con el poderoso respaldo empírico experiencial acumulativo de “he visto a muchos ancianos” (ley VIII de Monte Miseria). Expertos en enfermedades con una particular sensibilidad para su diagnóstico que específicamente son los que más se alejan del enfermo. Medicina Basada en la Evidencia en la que es sencillo encontrar datos relacionados con enfermedades, pero resulta costoso encontrarlos de ancianos o para ellos. Tomar conciencia de la sinciencia. Esa es mi realidad. Y Samuel Shem lo dejó por escrito. Y con excelsa incorrección política. No dejéis de conocerle.
Este año comenzamos la sección #GeriatriaCultural con un invitado especial, como es Nacho Vallejo Maroto @ivmaroto_nacho , del hospital San Juan de Dios del Aljarafe en Sevilla. Es coordinador del grupo de trabajo de la SEMI del paciente pluripatológico y edad avanzada @GT_Pluri_SEMI y forma parte del equipo editor del interesante blog https://medicinainternaaltovalor.fesemi.org/.
Queda ya poco para Navidad, así que otro año os queremos felicitar, pero sobretodo daros las gracias por seguir ahí.
Ha sido un año especial al descubrir que tanto trabajo, al final sí que tiene resultado. Y es que emociona cuando vas a algún curso o jornada y te dicen que te leen.
Así que para seguir la tradición, antes de las minivacas navideñas, hoy presento yo la recomendación #GeriatriaCultural.
Y la de este año es de canciones, porque todos tenemos una canción navideña que no te la puedes quitar de la cabeza.
Mi canción navideña, más que de niño, es de algo más mayor, cuando uno empieza a salir con amigos, y a celebrarlo. Y es raro, pero sí, cantábamos «Adeste Fideles», no me digáis por qué, y aún menos que lo explique, porque no tengo ni idea. Pero quién no hace alguna cosa sin saber por qué. Pues yo también.
Así que
«Adeste, fideles, laeti, triumphantes,
Venite, venite in Bethlehem:
Natum videte Regem Angelorum: