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«Por la senda de Roy Basch» por Eduardo Delgado

Hoy en el apartado #geriatriacultural está invitado uno de los pocos superespecialistas en psicogeriatría. Sí que somos muchos los que nos llamamos psicogeriatras, pero creo que son pocos los verdaderos. Y por qué digo superespecialista, porque es de los pocos médicos en España que han hecho la especialidad de geriatría y psiquiatría, una detrás de otra. Eso quiere decir que se han formado como mínimo durante ocho, sí lo digo bien, ocho años (dos periodos MIR) para poder valorar, diagnosticar y tratar a una persona. Así que tener aquí a Eduardo Delgado @edudelgadod para contarnos la historia del, quizás, psiquiatra más famoso, y de, quizás, la historia médica escrita más famosa es todo un honor. En espera, claro, de que escriba él su historia de psicogeriatria.

La casa de Dios

Cuando conocí a Roy Basch me sedujo “el Gordo”. La Casa de Dios, libro de cabecera de los estudiantes de medicina en Norteamérica, cayó en mis manos para que pudiese trazar una línea diferencial entre la geriatría y la medicina interna. Todo encajaba. El Gordo, un personaje lacónico, cínico, perspicaz y despojado de convencionalismos lograba con un talante afable unos resultados de salud excepcionales. Obviamente era el geriatra. A través de términos irreverentes y provocadores se sucedían historias hilarantes con final feliz. Sus pacientes iban mejor, acicalados y largados. No había lecciones magistrales. Su manejo biopsicosocial contrastaba con la meticulosa búsqueda de la enfermedad de “Jo“, su compañera internista. Ésta garantizaba un billete para una travesía por la iatrogenia con resultados nefastos para los gomers. Tengo el diagnóstico, puesto el tratamiento, pero ¿y ahora qué? Ya no camina y vive en un cuarto sin ascensor. ¿Por qué no camina? Radiografía, biopsia muscular…

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En nuestro entorno, La Casa de Dios se considera un texto gamberro, proscrito por sectores de una medicina rancia y paternalista, poco ávida de autocrítica, y con la geriatría como especialidad marginal dentro de un sistema sanitario que atiende fundamentalmente ancianos. Kafkiano. Real.

Reparé en Roy Basch al releer El Monte Miseria cuando empezaba en esto de la psiquiatría. ¿Primero geriatría y luego psiquiatría? Aún sin mitomanía puede entenderse mi debilidad por el autor de la saga, Samuel Shem (seudónimo que utiliza el psiquiatra Stephen J. Bergman). Lo cierto es que cuando leí por primera vez Monte Miseria me resultó esperpéntico y alejado de mi realidad. En ese momento no existía nada más allá de la valoración geriátrica integral. Años más tarde y con muchos más encima, mientras el fonendo y los seguriles se escurrían poco a poco de la bata, Roy Basch centró mi atención.

Todo un periplo compartido, inimaginable cuando conocí a Roy la primera vez. Los primeros años fueron de formación y dedicación exclusiva al anciano, cuya atención casi nunca era especializada ni considerada. Niveles asistenciales, funcionalidad, fragilidad, trabajo multidisciplinar. Expertos en enfermos. Luego se sucedieron experiencias y enseñanzas variopintas sin fonendo ni exclusividad de grupo etario. Sin nada. Y con todo. Maestros asombrosos y expertos decepcionantes. Pude descubrir vericuetos de la salud mental caricaturizados magistralmente por Roy para finalmente compartir el elemento terapéutico que presenta como transgresor: la conexión; el valor terapéutico de lo interpersonal (relación paciente-bata blanca).

Este recorrido me lleva inevitablemente a reflexionar sobre nuestra realidad asistencial, absolutamente determinada por políticas sanitarias caleidoscópicas que ni entiendo ni comparto. Continúan sin centrarse en el más prevalente de sus usuarios, el anciano. O lo hacen a través de programas de cronicidad abanderados por oráculos de la enfermedad, de la pluripatología o de la polimedicación. No es país para viejos, pero es lo que hay. Y quienes les atienden avalan cada acto clínico con el poderoso respaldo empírico experiencial acumulativo de “he visto a muchos ancianos” (ley VIII de Monte Miseria). Expertos en enfermedades con una particular sensibilidad para su diagnóstico que específicamente son los que más se alejan del enfermo. Medicina Basada en la Evidencia en la que es sencillo encontrar datos relacionados con enfermedades, pero resulta costoso encontrarlos de ancianos o para ellos. Tomar conciencia de la sinciencia. Esa es mi realidad. Y Samuel Shem lo dejó por escrito. Y con excelsa incorrección política. No dejéis de conocerle.

Eduardo Delgado

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Leyes de la psiquiatría de Monte Miseria

Abrazando a la geriatría

Hay muchas canciones y hay muchos momentos. Pero no es tan fácil encontrar una que llene un vacío o que cree un espacio sólo para ella.

Últimamente, «Abrazado a la tristeza» de Extrechinato y tú, llena ese hueco que tengo guardado para la geriatría.

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El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, de Oliver Sacks

Hoy os queremos recomendar sin duda un clásico de la neurología. Es una obra que fue publicada en 1985 con su título original: The man who mistook his wife for a hat.

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La sonrisa etrusca de Jose Luis Sampedro

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Escribir sobre esta obra maestra, no es nada fácil. Es más este libro forma parte de la discusión que siempre tengo con mi pareja: cuál es el libro de «amor geriátrico» más bello, y para mí «gana» este por goleada.
No he leído otra obra en la que se transmita tan bien el amor, no sólo por vivir, sino hacia una mujer, y como el poder ser abrazado y el abrazar puede ser suficiente para transmitir ese amor.
Pero también está el amor hacia el nieto, Brunettino, que consigue transformar a una persona como nada lo había conseguido anteriormente, aunque según una compi esto es muy poco creible. Pero he visto que no, que no sólo es creíble, sino que actualmente ese amor transformador único lo veo día a día entre mi hija y su abuelo. Y este amor transformador es algo que sólo he encontrado en esta obra, y por eso merece el título personal del mejor libro amoroso «geriátrico».

Arrugas de @paco_roca

No puedo empezar esta sección del blog sin recomendar la novela gráfica arrugas de @paco_roca.

Para mí es una lectura de obligado cumplimiento, ya lo pueden certificar los residentes que rotan conmigo. Muestra con gran claridad lo que sufren las personas con demencia, así como la repercusión de las alteraciones de conducta. Por lo que también lo recomiendo para aquellos familiares que quieran «ver» y «sentir» lo que sienten sus familiares enfermos.

Fue premio nacional de comic en 2008, y ya en 2011 se ha hecho una película con el mismo autor como guionista, aunque para mí no hay duda, como casi siempre, es mejor el libro. Así que no dudéis y lanzaros a leerlo.

Fdo: Oscar Macho