Hay muchas canciones y hay muchos momentos. Pero no es tan fácil encontrar una que llene un vacío o que cree un espacio sólo para ella.
Últimamente, «Abrazado a la tristeza» de Extrechinato y tú, llena ese hueco que tengo guardado para la geriatría.
Esa disciplina a la que admiro y respeto y de la que considero sigo formando parte, aunque desde hace un tiempo lo hago desde el recuerdo. Desde que caí de bruces y supe que el orden de los factores sí altera el producto y descubrí que haciendo geriatría y psiquiatría no te conviertes en psicogeriatra. O tal vez sí, tal vez sí te conviertes en uno, pero no siempre trabajas como tal. Desde entonces, abrazo un poco a la tristeza.
El geriatra a veces sale solo a la calle y es capaz de ver lo que nadie más ve. De repente, se encuentra mirando a los pies de las ancianas en el mercado y piensa «fractura de cadera». Ve a parejas aparentemente bien avenidas ocultando miradas despistadas y descubre a hombres que esquivan bocinazos y gritos sin ni siquiera inmutarse. No me da vergüenza ni pena. Porque ni somos superhéroes ni médicos de zapatillas, ni de excrementos ni de bastones. Ni tampoco somos hermanitas de la caridad. Y aunque muchos de nosotros rindamos secretos homenajes a nuestros abuelos, somos médicos que abrazamos a la ciencia y la respetamos. Mas allá de eso, estamos continuamente demostrando nuestro trabajo, escribiendo sobre lo que hacemos y su utilidad.
Y sin embargo parece que ha estallando una guerra. Se libran batallas sin que se nos invite, sin previo aviso .Batallas donde la avaricia y el miedo por perder el trono parecen ser el motor. Batallas libradas por la espalda. Sin pudor. Sin respeto. Sin justicia.
Hace tiempo que abrazo a la tristeza. Y hace ya tiempo que aprendí a que no me doliera tanto que no faltara la memoria en mi consulta. Soy yo la que a veces ya no recuerdo que debajo de la cabeza hay un cuerpo. O quizás sí me sigue doliendo, pero al menos me he resignado a perder mi propia batalla.
Pero no quiero que la geriatría camine encorvada, porque la tierra aun no la llama. Me resigno a creer que la avaricia gane esta guerra. Tal vez deberíamos recordarles a algunos que no deben desestimar «el resurgir del guerrero, sin miedo a leyes ni a nostalgias, y lo verán caer una y mil veces y levantarse de nuevo, con la pura bandera de su raza»
Y sobre todo habrá que recordarles, aunque hoy sea sin violines ni guitarra, que «menos mal que con los rifles no se matan las palabras».
ABRAZADO A LA TRISTEZA (Manolo Chinato, 2003)
He salido a la calle abrazado a la tristeza:
vi lo que no mira nadie y me dio vergüenza y pena.
Soledad que te pegas a mi alma
en la dulce soledad de este campo de otoño.
No hay momentos de sosiego.
Rebeldía pura de amores sin amores.
Ilusiones puras y puros conformismos
intentando levantar el espíritu nostálgico
de querer estar contigo y nunca estarlo.
Los llantos desconsolados que estrangulan las gargantas;
los ancianos encorvados: parece que la tierra les llama.
Volverás de vez en cuando a estas tierras agrietadas
y verás de nuevo a quien te ama borracho;
borracho de amores y libertades.
Y también de vinos por olvidarte. Borracho…
Me da pena que se admire el valor en la batalla;
menos mal que con los rifles no se matan las palabras.
Y si surgen saludos y palabras
tal vez notes la dureza de mi estilo
queriendo no herirte en nada,
y en mi soledad sólo herirme yo mismo.
La justicia está arrestada por orden de la avaricia;
el dinero que te salva es el mismo que te asesina.
Y verás sin duda el resurgir poderoso del guerrero
sin miedo a leyes ni a nostalgias
y lo verás caer una y mil veces y levantarse de nuevo,
con la pura bandera de su raza.
Soledad de amores triste y pura,
soledad de amores y locura.
No me des más esperanzas: sé que todo son mentiras;
sacos llenos de agujeros para guardar alegrías.
Y verás sin duda el resurgir poderoso del guerrero
sin miedo a leyes ni a nostalgias
y lo verás caer una y mil veces y levantarse de nuevo,
con la pura bandera de su raza.
Me da pena que se admire el valor en la batalla;
menos mal que con los rifles no se matan las palabras.
Soledad de amores triste y pura,
soledad de amores y locura.
L. Narvaiza
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