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Lo más lejos a tu lado. DÍA MUNDIAL DE LOS CUIDADOS PALIATIVOS

“Tú me importas por ser tú, importas hasta el último momento de tu vida y haremos todo lo que esté a nuestro alcance no solo para ayudarte a morir en paz, sino también a vivir hasta el día en que mueras”

Cicely Saunders (1918-2005)

“Tengo miedo…” decía Enrique entre susurros.
El día anterior le habían dicho que iba a ingresar en Guadarrama. Pero él no iba a hacer rehabilitación. Iba a ir a la Unidad de Cuidados Paliativos y tenía miedo.
Pensaba que ya no había nada que hacer.
Su mujer, quizá más preocupada y asustada que él, se acercó y le dio uno de esos rescates que tenía pautado si no podía dormir o tenía alucinaciones. Y entonces Enrique se durmió…
Soñó que llegaba al hospital. Su habitación, con una terraza muy grande, le recibió con un sol de justicia del mes de Julio. Sin embargo, él no tenía calor: sólo seguía asustado.
La sonrisa de Sole le acompañó tras presentarse como su auxiliar de enfermería y mientras le ayudaba a acomodarse en su sillón, cerca de la ventana, le preguntó cómo se encontraba, si tenía dolor o cualquier cosa que le pudiera causar alguna molestia.
Isabel estaba ahí, como siempre, como en casa, pendiente de todo lo que pasaba. Y expectante. Esto de los Paliativos no le daba buena espina… Se miraban entre ellos con esa complicidad de 15 años de casados. Enrique era muy joven… Isabel, su mujer, más joven que él. Los dos tenían miedo.
Mientras intercambiaban esas miradas cómplices de angustia mutua, de pronto empezaron a entrar más personas en la habitación. La enfermera y la doctora a dúo (como siempre) y finalmente transformadas en un trío junto con Sole. El equipo casi al completo. Siempre juntas, imposible avanzar la una sin las otras.
Después de hablar sobre los informes, los tratamientos, la toma de constantes, la exploración Enrique se relajó un poco (extrañado de las risas y de la conversación distendida a pesar de las circunstancias… de su circunstancia…) y se atrevió a expresar: “sé que me han desahuciado… ya no pueden hacer nada por mí. Y sé que he venido aquí a morirme”


En el sueño de Enrique, Isabel abrió unos ojos como platos… Nunca había hablado sobre su situación, sobre su enfermedad de aquella manera. Entonces la doctora también abrió los ojos debajo de sus gafas enormes casi al mismo diámetro de los de Isabel. Y comenzó a explicarle en que consistían los Cuidados Paliativos: después de una disertación de esas de médico raro que habla desde la verdad y la compasión (buscad la definición en el diccionario) concluyó: “Le aseguro que hay muchísimo que hacer”. Abrazó a Isabel solicitando antes su permiso.
Pasados unos días Enrique se dio cuenta que no le habían mentido. Efectivamente, había mucho que hacer: le ajustaron su tratamiento para el dolor, le controlaron el estreñimiento y trataron una infección de orina que era lo que le provocaba esas alucinaciones que tenía en casa. No sabe cómo, de pronto empezó a comer algo mejor y estaba más animado. Isabel le acompañaba a diario, aunque comenzó poco a poco a pasar ratos en casa con su hijo, que también la necesitaba quizá más que nunca. Pablo también disfrutaba con su padre de los paseos por el jardín. Primero en silla de ruedas. Y pasadas unas semanas, se propuso que Enrique pudiera bajar al gimnasio a hacer rehabilitación. Apareció en su vida otra meta más. Participaba además en las actividades que se hacían en ese hospital tan “raro” al que había ido.
Podía jugar al bingo, iba a misa (aunque había dejado de creer desde hacía un tiempo, de pronto recuperó una espiritualidad que tenía abandonada o que pensaba que le había abandonado a él), bajaba a la cafetería a tomar algo con sus amigos que le visitaban asiduamente…
Isabel confiaba en que estuviera con nosotras, aprendió cómo dar la medicación y compartía con nosotras sus dudas, nos pedía consejo y se sentía acompañada en este proceso que describía como lo más duro que había tenido que pasar. Lloraba, pero también se reía con nosotras. Sabía que no la íbamos a dejar sola. Sabía que para todo el equipo era tan importante como su marido.
Enrique soñó que llegó a recuperar una vida, su vida. Diferente por su diagnóstico, pero su vida al fin y al cabo. Soñó que volvía a su casa. Había ingresado en una Unidad de Paliativos, con un alto nivel de especialización y de cuidados que le permitió continuar unos meses más junto a su familia. En su casa, en su cama, con su tele… Y así fue.
Comprendió que un paciente subsidiario de cuidados paliativos no tiene por qué ser un paciente moribundo. Reafirmó durante su estancia que las personas no saben el beneficio que podemos aportar a muchísimos pacientes y a muchos otros que no tienen detectadas estas necesidades. Y sobre todo: ya ninguno tenía miedo.
Sin embargo, un día se dio cuenta que el final se acercaba. Es habitual que en nuestro día a día nunca pensemos en la muerte. Parece que “a nosotros no nos va a tocar”.

Sin embargo… ¿conocéis a alguien que no haya pasado o vaya a pasar por esa situación? Enrique lo sabía.

Y pidió volver a nuestra unidad de paliativos, a su segunda casa, decía. Esta vez la decisión de volver no fue un shock, sino todo lo contrario.

Ingresó tranquilo, agradecido de saber que íbamos a estar siempre con él. Y con Isabel. Y por supuesto, con Pablo.

Hablamos, tomamos decisiones juntos, resolvimos dudas y planeábamos determinadas cosas a muy corto plazo. Día a día, celebrábamos cada uno de ellos. Poco a poco fue llegando el momento. Hubo días mejores y peores, pero siempre juntos: “lo más lejos a tu lado, Enrique” le decía su doctora emulando a Fito y Fitipaldis.

Bienvenida y Fausto, sus padres, le abrazaron y le “dieron permiso para partir”. Y así lo hizo. Tranquilo, como él quiso. Acompañado de su familia, rota de dolor, pero con la generosidad de respetar sus deseos de no tener dolor y no sufrir. Respetar, acompañar… Ese es el mayor acto de amor que se puede describir.

Y nosotras lo vemos frecuentemente.
Enrique falleció coincidiendo con el día Mundial de los Cuidados Paliativos.

Desde la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Guadarrama, y seguro que también desde muchas otras unidades de cuidados paliativos de otros hospitales, queremos felicitar a nuestros pacientes. A los que siguen estando y a los que ya no están.

Felicidades a sus familiares. Gracias a todos por confiar en nosotros, por poner en nuestras manos el momento más especial, único y preciado de sus vidas.
Y debemos felicitar también a todos los profesionales que se dedican a esta especialidad (no reconocida vía MIR inexplicablemente), tan desconocida y poco valorada.

Quiero personalmente felicitar a mis compañeros. Son especiales. Son ángeles con alas, como nos llamaba Isabel. Son la expresión máxima de la profesionalidad, compromiso, sabiduría, empatía, compasión, amor… No tengo palabras para expresar la suerte que tengo de pertenecer a este equipo.

Recordad de vez en cuando que, en algún momento, todos sin excepción vamos a estar en ese precipicio. Ahí estaremos nosotros para acompañaros.
La cuestión no es cuándo, sino cómo afrontar ese tránsito. Con autonomía, tomando decisiones informadas y apoyadas por el equipo. Con respeto y dignidad. Con amor, humor y ciencia.

Feliz día de los Cuidados Paliativos.

Dra. Domínguez de Pablos.
Responsable de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Guadarrama.

La valoración geriátrica, ahora más que nunca

En la última entrada os hablé de reconocer a «mis maestros» la creación de algo tan útil como es la evaluación geriátrica. Pero ahora que comienza, o ya estamos metidos de llenos en la tercera ola, creo que por fin llego a tiempo a escribir algo de lo que tenía ganas hace tiempo.

Y es que ha habido mucha preocupación y jaleo con lo de los ingresos hospitalarios y las residencias. Es más, hasta amnistía internacional publicó un documento en diciembre recogiendo esto.

Un documento para leer

No penséis que esto de las residencias sólo ha pasado aquí. Sólo hay que echar un vistazo a las noticias o prensa científica internacional, para ver que ha sido similar el desastre. Por ejemplo en Canadá sólo el 11% de los casos COVID que hubo fueron en residencias, pero con una mortalidad altísima (el 73% de todos los muertos). Esto da idea de lo horrible que es esta enfermedad en estos centros.

Pero lo que también os quiero decir es que los recursos sanitarios son escasos, y por eso hay que “escoger”. Porque os pregunto, si tú con 20, 30 (sí digo 20 o 30 años), 40, 50, 60 años que tienes COVID y lo tiene también tu pareja, tu hermano y tu padre, y te digo que sólo hay una cama de UCI, a quién escoges.

Porque sí, hay gente de 20-30 años con COVID en las UCIs, y sí las camas de UCI no son infinitas. Pues entonces si te digo que por respeto a la edad y a que la ambulancia ha llegado antes esa cama va para tu padre de 70 u 80 años, qué dirías. Pues eso es lo que se han tenido y tienen que plantearse diariamente los intensivistas. Así que para evitar esto «pórtate bien» y cumple las recomendaciones para evitar la COVID19. Así conseguirás que no tengamos que ponernos en el dilema de escoger.

Pero como bien dice el tuit previo, también os digo que a veces tampoco están indicados usar los recursos hospitalarios. Sí, no está indicado el uso de recursos hospitalarios. Y me refiero no sólo a las UCIs, sino incluso a la hospitalización en si misma. Pero no lo digo ahora por lo de la COVID, sino que antes de esta pandemia ya no estaba indicado en muchas ocasiones.

Y esto no tiene que ver con la edad, sino por su situación clínica, funcional, mental y social. Es decir, lo que consigo saber a través de la valoración geriátrica. Pero también es importante porque gracias a esa valoración geriátrica quizás sé que el padre de 80 años tiene más indicación de esa cama de hospitalización o de UCI que el hijo de 50 años. Sobretodo cuando las cosas se ponen feas como se están volviendo a poner.

Da miedito ver hasta donde puede llegar a subir

Sí que con la pandemia se ha puesto de moda una escala de valoración de fragilidad llamada CFS, que ya tiene unos cuantos años, y que puede ayudar de forma rápida y visual. Es más es una escala que ya era conocida y usada en las UCIs (referencia 1,2), y en otras especialidades (referencia 3)

Como veis la CFS es «muy fácil», sólo hay que hacerla bien

Pero para hacer una valoración lo importante no es dar las cosas por hecho, sino que hay que preguntar porque como os decía en la última entrada, tenemos mal «ojo clínico» con los mayores.

Y muchos diréis que esto de usar escalas para decidir, es para «quitarnos» la culpa. Que es autoprotección. Pero no, es ciencia, es lo que vemos y usamos diariamente. Y es que gracias a la ciencia sabemos que la supervivencia al año de una persona mayor ingresada tras una UCI es alrededor del 46% (4). Podréis decir que es mucho, pero no lo es tanto cuando la supervivencia esperada a los 80 años es de hasta 10 años. Es decir que alguien que llega a los 80 años, es bastante probable que llegue hasta los 90.

Pero no sólo la edad de por sí es importante, sino que la edad «mal llevada» lo es más. Y es que se sabe que las personas mayores frágiles, tienen una peor respuesta al ingreso a la UCI que las no frágiles (referencia 2 y 5). Y por frágil, como bien dice la escala CFS no os imaginéis a la persona en silla de ruedas, que no reconoce a sus familiares. Esa persona no sólo es dependiente, sino que probablemente ya se puede considerar que está incluso en fase terminal. Y no es algo que se diga ahora por la pandemia, sino que es algo que ya está reconocido hace años. Con frágil nos referimos al CFS 5, una persona que bien vive sola, pero que ya necesita algo de ayuda, aunque sea mínima, aunque sea para apañarse con la medicación. Porque la fragilidad digamos que es el riesgo de tener que necesitar gran ayuda de otra persona si le sucede algo.

Añadido a 08.03.21: Pero es que además el uso de esta escala, como bien podéis ver en los siguiente tuits, ha demostrado su utilidad también con la COVID. Y es que aquellos con CSF de 4 o 5 mueren más que los de CSF más bajo. Y si el CSF es 6 o más, la mortalidad se dispara. Es decir cuanto más frágil o dependiente es una persona, más fácil es que muera por la COVID.

Así que en una enfermedad como la COVID, en que una primera no fue ola sino tsunami, y en la que ahora se ve que la mayor parte de los intentos terapeúticos fueron un fiasco, ahora que ya estamos de llenos en la tercera ola igual de inclemente que la primera, quizás puede volver a suceder el llanto por las residencias.

Ahora estamos «más organizados y protegidos», pero está pasando igual que en la primera ola, que residencias y centros similares donde entra la COVID, más vale prepararse para un requiem, como por desgracia estoy viviendo muy de cerca.

Así que el trabajo que se hizo en la primera ola de organización, de planificación y adecuación de cuidados, es decir de un buen trabajo en geriatría, son igual de válidos que entonces. Y es que cuando los tratamientos sí que han ido cambiado continuamente, hasta dejarse de usar casi todos salvo una medicación que se puede dar por boca como son los corticoides y el apoyo de oxígeno, y poco más, mal vamos.

Sin embargo estas medidas de preparación previa, que se basan en una buen trabajo y valoración geriátrica, siguen siendo igual de válidas. Para ello hay que hablar con las personas con tiento, y con las familias a tumba abierta, porque como bien dice las siguientes recomendaciones de muchas entidades científicas (7) han sido, son y serán decisiones difíciles.

Cuando muchas sociedades científicas se ponen tan pronto de acuerdo es por algo, porque la situación es muy mala. Lo malo es que es igual de válido que hace casi un año

Pero mejor que las sepamos de antemano, porque por desgracia no podemos obviar que la COVID actúa de forma horrorosa con nuestros mayores, ante lo cuál poco podemos hacer ni siquiera dentro de los hospitales. Es más si el tratamiento es una pastilla por boca y un poco de oxigeno que también se puede poner en una residencia, por qué ir a un hospital cuando están que ya no dan más de sí. Y si son muy frágiles, como ocurre muchísimas veces con las personas que viven en las residencias, pues aún la duda de trasladar aumenta mucho más. Así que cuando todo esto pasa en las personas mayores frágiles, donde sigue siendo igual de horrendo si caes enfermo, como veo de primera mano, te piensas que sólo nos queda cuidar y nuestro «primum non nocere», «primero no hacer daño», o lo que es lo mismo ante esta enfermedad, que no sufra.

Cuál es el problema, que no solo se ponen los mayores que viven en las residencias enfermos, sino también sus cuidadores, los trabajadores. Porque como bien dice una gran compañera enfermera y experta en psicogeriatría, ahora misma en cama con 39.5ºC por el maldito bicho, que como bien dice «estaba esperando resignadamente a que esto sucediera». Porque cuando se trabaja en una residencia o en una unidad de psicogeriatría, donde las personas no entienden de espacios, mascarillas, higiene, ni de no dar besos o abrazar, pues uno sabe que se va a contagiar. Porque es muy difícil o casi imposible que el bicho no entre en estas unidades, a no ser que haya un buen aislamiento social total, del que tampoco creo que los trabajadores y residentes tengan que sufrirlo, cuando gran parte de la gente pasa del tema. El problema es ahora quién la substituye en su papel, que a día de hoy no es importante, sino vital.

Así que no esperes que la vacuna sea efectiva, además con todo esto de la variante inglesa a saber lo que pasa. Quizás es mejor no tener que escoger entre tú o tu hermano, tu pareja y tu padre quien se queda la última cama de UCI. O tener que decidir si es trasladable al hospital tu padre que vive en una residencia. O peor aún, tener que escuchar que el escaso tratamiento del que disponemos no es eficaz, como sigue siendo habitual, y tienes que oir que tu padre se está muriendo. Quizás es más rentable hacer caso. Ponte la mascarilla, lávate las manos, mantén la distancia social, limita tu burbuja social y no creas que no es para tanto o esto es un invento chino, porque «el que con fuego juega, con fuego se quema».

Bibliografía

  1. Rockwood K et al. A global clinical measure of fitness and frailty in elderly people. CMAJ. 2005 Aug 30;173(5):489-95. doi: 10.1503/cmaj.050051. PMID: 16129869; PMCID: PMC1188185.
  2. Flaatten H et al; VIP1 study group. The impact of frailty on ICU and 30-day mortality and the level of care in very elderly patients (≥ 80 years). Intensive Care Med. 2017 Dec;43(12):1820-1828. doi: 10.1007/s00134-017-4940-8. Epub 2017 Sep 21. PMID: 28936626.
  3. Díez-Villanueva P et al. Recomendaciones de la Sección de Cardiología Geriátrica de la Sociedad Española de Cardiología para la valoración de la fragilidad en el anciano con cardiopatía. Rev Española Cardiol. doi:10.1016/j.recesp.2018.06.015
  4. Dempsey G, Hungerford D, McHale P, McGarey L, Benison E, Morton B. Long term outcomes for elderly patients after emergency intensive care admission: A cohort study. PLoS One. 2020 Oct 29;15(10):e0241244. doi: 10.1371/journal.pone.0241244. PMID: 33119649; PMCID: PMC7595304.
  5. Guidet B et al; VIP2 study group. The contribution of frailty, cognition, activity of daily life and comorbidities on outcome in acutely admitted patients over 80 years in European ICUs: the VIP2 study. Intensive Care Med. 2020 Jan;46(1):57-69. doi: 10.1007/s00134-019-05853-1. Epub 2019 Nov 29. PMID: 31784798; PMCID: PMC7223711.
  6. Gómez-Batiste X et al. Identificación de personas con enfermedades crónicas avanzadas y necesidad de atención paliativa en servicios sanitarios y sociales: elaboración del instrumento NECPAL CCOMS-ICO(©) [Identification of people with chronic advanced diseases and need of palliative care in sociosanitary services: elaboration of the NECPAL CCOMS-ICO© tool]. Med Clin (Barc). 2013 Mar 16;140(6):241-5. Spanish. doi: 10.1016/j.medcli.2012.06.027. Epub 2012 Oct 25. PMID: 23103110.
  7. Recomendaciones generales relacionadas con las decisiones éticas difíciles y la adecuación de la intensidad asistencial. 19.03.20