Sabemos que nuestra sociedad está sufriendo un envejecimiento, por lo que podemos deducir que habrá un incremento en el número de personas mayores con carnet de conducir. Si a día de hoy hay más de 1 millón de conductores mayores de 64 años, de los cuales 312.255 tienen más de 74 años, cuántos conductores mayores nos cruzaremos en el futuro en nuestro camino, incluso en trayectos largos.
Podríamos suponer por cosas que se asocian al envejecimiento como la disminución de la función motora, sensorial y cognitiva, con una mayor fragilidad y vulnerabilidad, que haya más accidentes en los mayores que en cualquier otro grupo de edad. Lo que sí se sabe es que los accidentes en mayores se dan sobretodo en intersecciones a baja velocidad por la disminución en los reflejos1. Accidentes que cada vez estamos empezando a ver en la prensa, a raíz incluso de algún accidente incluso “real”.

Qué dicen los números.
Que los mayores valoran bien los riesgos de la carretera, mejor que los jóvenes, y además se conocen limitados, con lo cual van más cautelosos1,2.
Pues si vemos las estadísticas en números absolutos observamos que hay una menor accidentalidad entre los ancianos. Sólo un 7% de los accidentes con víctimas ocurridos en el 2017 fueron provocados por mayores de 74 años. Sin embargo estos resultados varían si consideramos otros factores como la proporción de conductores activos entre los diferentes grupos de edad, o los kilómetros recorridos. Entonces los resultados demuestran que los ancianos están implicados en un mayor número de accidentes de tráfico1,3. Más preocupante es el caso de las muertes siendo peatón en una ciudad, ya que en el 2018 el 82% de todos estos casos fueron mayores de 65 años.
En España no hay ninguna regulación que especifique hasta que edad se puede o se debe conducir, lo que sí está especificado es que después de los 65 años el carnet se renueva cada 5 años, en lugar de los 10 previos, pudiéndose retirar antes si las circunstancias lo precisan. Esto depende de la evaluación de las condiciones físicas y psicológicas que posea la persona en el momento de renovar el permiso de conducir.
Pero a día de hoy aún no existen herramientas para detectar los conductores de alto riesgo, aunque se sabe que debe haber una valoración de la agudeza visual dinámica, y no tanto de la estática como se hace ahora.
En espera de esto quizás sería bueno que haya más relación entre la “sanidad” y los centros de reconocimiento de conductores. Y es que algo que vemos los geriatras habitualmente es el diagnóstico de un deterioro cognitivo, que contraindica la conducción4, aunque de esto hablaremos más en una próxima entrada.
Un ejemplo de relación sanidad-centros de reconocimientos interesante es lo que sucede en Reino Unido5. Cualquier persona que es diagnosticada de demencia debe informar por sí misma de este diagnóstico. Sino se arriesga a una multa de 1.000 libras. Eso sí, el sanitario está obligado a informarle de esto.
Aquí no sé si alguno de vosotros habéis intentado contactar con la DGT para informar de algo así. Yo la verdad es que no he sabido cómo, aunque alguna vez lo he intentado junto con mis compañeros.
¿Pero conocemos las consecuencias de decir a una persona que no puede o no debe conducir?
Y es que para los médicos acostumbrados al modelo de medicina orientada a la enfermedad, la conducción no puede parecer un problema médico, sin embargo debemos tener en cuenta la relación existente entre la asistencia médica y el bienestar de la persona. Y es que cuando uno deja de conducir su propia autoestima y calidad de vida empeora6.
Porque retirar un carné de conducir es una cosa muy seria. Quién no ha vivido en alguna consulta de demencia, donde la otra persona (actualmente generalmente la mujer) a pesar de las limitaciones de su pareja para conducir dice que no lo puede dejar porque sería “el fin”.
Creo que en muchas ocasiones ni el médico ni la persona están lo suficientemente preparados para asumir las consecuencias prácticas o existenciales que implica renunciar a conducir para siempre. Algunos ven a la vejez como un cúmulo de pérdidas y el dejar de conducir es una más de ellas, sin ver los efectos secundarios de esta decisión. Esto trae consigo falta de autonomía, confianza, aislamiento social y hasta depresión, lo que conlleva a un empobrecimiento del nivel de salud del paciente.
Ni la medicina ni la sociedad están los suficientemente preparadas para la eventualidad que implica sobre todo en los países desarrollados que la población envejecerá y sobrevivirá más allá del tiempo que pueda conducir. Los varones vivirán en promedio 6 años más después de haber dejado de conducir y la mujer un promedio de 10 años.
¿Cuándo es un buen momento para dejar de conducir?
Como decíamos, muchas personas mayores relacionan la retirada del carnet con la pérdida de autonomía, independencia y su calidad de vida. En vez de establecer límites de edad habría que permitir a los conductores mayores conducir hasta que puedan hacerlo sin que sean «una amenaza» para su integridad y para la de los demás.
Hay una serie de recomendaciones que da la DGT para intentar retrasar este momento lo máximo posible. Con ellas se busca mejorar la conducción de las personas mayores, y con ello su calidad de vida y su autonomía.
La primera recomendación es actualizarse: conocer las nuevas normas, las señales, las prestaciones tecnológicas…
Otra norma más “básica” es conducir en las horas de menor intensidad de tráfico, evitando hacerlo en días de lluvia y en zonas poco iluminadas.

Otras recomendaciones que buscan mejorar la conducción de las personas mayores y con ello su calidad de vida y autonomía son:
- Se debe tener sentido común y vigilancia estrecha para determinar si una persona tiene o no condiciones para conducir.
- Se le debe ayudar a tomar consciencia y a tomar la decisión de dejar de conducir cuando no se sienta apto para hacerlo.
- Las personas mayores deben hacerse controles médicos periódicos incluidos visuales y auditivos.
- Se deberían introducir programas de entrenamiento dirigidos a conductores de este grupo de edad.
- Cuando vea que su capacidad de reacción es mucho más lenta que antes y que ha disminuido de forma marcada recientemente.
- Cuando conducir, especialmente de noche, cada vez le resulte más difícil y estresante.
- Cuando su vista (y audición) empeore notablemente.
- Cuando sufra patologías médicas y/o la medicación que toma limite su capacidad para conducir. Incluso puede que su médico le haya sugerido que piense en dejarlo.
- Cuando sus familiares le sugieran que deje de conducir.
Dicho de otra manera: si conducir ya no resulta tan relajante como antes y se empieza a convertir en un suplicio; si se tiene dificultad para leer los carteles, uno no ve a ciclistas o peatones, o tiene dificultad para incorporarse a un rotonda o al tráfico en un carril de aceleración entre otras cosas.
Nuevos retos e interrogantes:
Para terminar ya que esta entrada es de principio de mes, y de acuerdo con la #preguntamaliciosa que toca, aprovechando que esto se ha escrito a dos manos, os lanzamos alguna más
1- ¿Se debe normalizar la utilización del coche entre las personas mayores?. Al menos vamos en esa dirección.
2-¿Serán los coches autónomos la solución a la movilidad de la persona mayor?. Un paso previo es el que ha dado Japón obligando a todos los mayores a tener un frenado automático.
3-Los investigadores deberían encontrar un gold-stantard que nos permita determinar con mayor criterio que pacientes ancianos deben o no conducir. Hay estudios que van por ese camino, como el test NAT7
4-¿Permitirán las aseguradoras que las personas mayores conduzcan hasta edad más avanzada, teniendo en cuenta sus intereses económicos y comerciales?
Y terminamos con esta pregunta.
5-¿Conducir es un derecho o un privilegio?
Eric Javier Correa Hernández
(Médico geriatra CSSV Ricard Fortuny, Vilafranca del Penedés) y
Oscar Macho Pérez (@osmachope)
Bibliografía
- Greene WR, Smith R. Driving in the Geriatric Population. Clin Geriatr Med. 2019;35(1):127-131. doi:10.1016/j.cger.2018.08.011
- Borowsky A, Shinar D, Oron-Gilad T. Age, skill, and hazard perception in driving. Accid Anal Prev. 2010;42(4):1240-1249. doi:10.1016/j.aap.2010.02.001
- Cantón-Cortés D, Durán Segura M, Castro Ramírez C. Conducción y envejecimiento. Rev Esp Geriatr Gerontol. 2010;45(1):30-37. doi:10.1016/j.regg.2009.08.001
- Crivelli L, María Julieta Russo, Farez MF, et al. Driving and alzheimer’s disease: A neuropsychological screening battery for the elderly. Dement e Neuropsychol. 2019;13(3):312-320. doi:10.1590/1980-57642018dn13-030008
- (2018) D &Dementia WG. Driving with Dementia or Mild Cognitive Impairment: Consensus Guidelines for Clinicians.; 2018. https://research.ncl.ac.uk/driving-and-dementia/consensusguidelinesforclinicians/Final Guideline.pdf. Accessed November 30, 2019.
- Tomas Bertran MT et al. Conducción en la tercera edad SEMERGEN – Medicina de Familia 2010;36(10): 566-572
- Choi HS, Kasko J, Feng J. An Attention Assessment for Informing Older Drivers’ Crash Risks in Various Hazardous Situations. Gerontologist. November 2018. doi:10.1093/geront/gny170
Muy buen artículo. Es dificil que el anciano tenga noción de sus limitaciones o reflejos, de manera que siempre «estan en forma» para conducir. Cuántos casos sabemos que han tenido un accidente, después de prohibirle conducir varias veces por parte de muchos profesionales, es cuando ya se ha dado cuenta que esta acción es peligrosa tanto para el anciano y su entorno, como para los otros conductores. Es entonces cuando les da miedo, reconocen sus limitaciones y aceptan, con gran pena, que ese gran placer de conducir les queda vetado porque sus reflejos o su estado mental, les impide tener las reacciones adecuadas durante la conducción.
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