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¿Existe el sexo en las residencias de mayores?

Empezamos el año con nuevos colabores. Y es que llevar un blog lleva mucho trabajo y sin la ayuda de mucha gente es imposible. Tengo que dar gracias a mucha gente de mi alrededor que ha estado ayudándome, pero llega el momento de «expandirse». Y qué mejor que con ayuda de las redes. Hay muchos profesionales que estamos en twiter, instagram, youtube, podcast o en otros medios que tienen mucho que decir. 

Así que para empezar este nuevo año qué mejor que empezar con uno de los grandes profesionales de la enfermería geriátrica que sigo por twitter por sus impresionantes y certeras reflexiones, como es Jonathan Caro. Y qué mejor que empezar con una gran #preguntamaliciosa  como:

¿Existe el sexo en las residencias de mayores?

Esa fue la pregunta que me lanzó un alumno entre las risas del resto de la clase. No sé si realmente quería saber la respuesta o solamente soltar un chascarrillo al hilo del tema que se estaba tratando.

El caso es que la respuesta dio para mucho porque interactuando con los alumnos empezaron a salir los estereotipos que tiene la sociedad sobre la sexualidad de las personas mayores. Se empezó a hablar de impotencias, de fragilidad que impide las relaciones, incluso del desinterés de los mayores por el sexo.

Todos estaban pensando en el coito cuando hablábamos de relaciones íntimas. Entonces pregunté si consideraban como sexo las caricias, los besos, la masturbación, el sexo oral etc. En ese momento empezaron a ver que muchas de estas prácticas pueden realizarse sin una gran capacidad física. Sin embargo, ninguno había tenido conocimiento de la existencia de relaciones íntimas en las residencias donde habían hecho las prácticas universitarias. ¿Por qué? Ahí está la clave del asunto. Los motivos que hacen que en las residencias escaseen las relaciones sexuales son:

  • Falta de pareja: es el mayor motivo al igual que en la población mayor no institucionalizada según la encuesta de salud del CIS de 2009.
  • Falta de intimidad: ocasionada por habitaciones compartidas, falta de espacios íntimos y exceso de espacios compartidos, atención sobreprotectora que conlleva vigilancia continua, etcétera.
  • Problemas físicos, psíquicos y emocionales.
  • Fármacos que reducen la libido y la capacidad sexual
  • Y quizá el más importante sea  “la mochila cultural” que llevan a sus espaldas por una educación restrictiva que les impide tener nuevas parejas sexuales tras enviudar o por la excesiva preocupación por la imagen que van a trasladar por sus hábitos «¿qué van a pensar los demás de mi?” La autoimagen, la autoestima y el autoedadismo suponen un peso importante dentro de esta mochila.

Estudios revelan que el deseo se mantiene a lo largo de la vida y como cuidadores es un aspecto que debemos tener en cuenta en la cotidianidad residencial. En las valoraciones al ingreso y durante la estancia debemos preguntar por la esfera sexual (cosa que no se suele hacer) y evitar que la actividad sexual, ya sea con la pareja habitual, con una nueva pareja o con uno mismo, se vea truncada por el ingreso en una residencia. No podemos estar hablando de atención centrada en la persona, de humanizar los servicios asistenciales y otras tendencias actuales para después olvidar la necesidad sexual en nuestra labor diaria como profesionales de la geriatría.

Debemos formarnos y eliminar de nuestra mente lo mitos y los estereotipos sobre la vejez. Como que los mayores ya no tienen pensamientos sobre el sexo; que un anciano con deseos sexuales es «un viejo verde»; que los mayores con alta necesidad sexual son depravados o tienen problemas cognitivos; etcétera. Una de las ideas que tenemos que interiorizar es: en las personas mayores existe tanto el deseo como las prácticas sexuales y por supuesto que existe también el enamoramiento con todas sus características (nervios, ilusión, “mariposillas”…). Todos estos impulsos y sentimientos no son patrimonio exclusivo de los jóvenes. 

Para finalizar dejo unas preguntas en el aire para la reflexión y así enlazar próximamente con una segunda parte de este tema. Algunas preguntas están sacadas de mi propia reflexión profesional y otras del documento que os dejo referenciado al final : ¿Se informa del derecho a la vida sexual al mayor cuando ingresa? ¿Tenemos algún ítem en nuestras valoraciones donde anotar hábitos, problemas o necesidades sexuales? ¿Se intentan evitar tratamientos y cuidados que dificulten las relaciones sexuales? y ¿Se informa sobre estos efectos al usuario?, ¿Son necesarios protocolos de actuación para abordar las relaciones sexuales en la residencia o es suficiente con «el buen hacer» de cada profesional del centro?

Villar, F., Celdrán, M., Fabà, J., Serrat, R., y Martínez, T. (2017). Sexualidad en entornos residenciales de personas mayores. Guía de actuación para profesionales. Madrid: Fundación Pilares para la Autonomía Personal.

Rock, M&M y geriatría. Una rara relación

Esta semana toca comentar un artículo reciente. Y como aficionado al rock no dudé un segundo en que tenía que ser este artículo con un título sobre Van Halen, y sobre todo en este mes «tan cultural». ¿Porque alguien duda que el rock sea cultura?.

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Pero esto que, se supone, es un blog sanitario, cómo puede relacionar geriatría con rock. Pues aún peor, porque  el dr Andrea Wershof Schwartz, autor del artículo que pasaré a comentaros, habla sobre todo de los «M&M marrones».

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Veo que os lo pongo peor para que sigáis, pero merece la pena, os lo prometo.

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