“Pues la pastilla chiquitita esa, la que sale en la receta. Pero usted no es el médico. Si lo tiene en el ordenador”. Quién no ha recibido esto como respuesta ante la pregunta del título.
Y es que a pesar de todas las campañas de concienciación del uso de medicamentos y de la importancia que damos a que la gente conozca la medicación propia, quién no se ha encontrado con esa respuesta o una similar en la última semana.
Nos hemos acostumbrado a hablar de cosas muy importantes, y que por fortuna ya no suenan a chino, como la deprescripción, la prescripción informática, la prescripción adecuada, la polimedicación, la conciliación terapeútica…
Pero hasta que no pisas la primera casa como sanitario y pides que por favor saquen las pastillas que están tomando, creo que no descubres que la toma de medicación es un misterio digno de expediente X. Y que nos falta en muchas ocasiones conseguir que aquello que se paute es lo que se tome, y viceversa, que lo que no se tome, no esté pautado. Porque por muchas de las anteriores herramientas que usemos aún nos encontramos con la situación de que la gente no sabe la medicación que toma, y sobre todo, de por qué lo toma. Y ahora que existe la receta electrónica en la zona me encuentro esta situación casi aún más. Y por cierto, me da la sensación que da igual la edad, que no es una cosa de geriatría únicamente, por mi experiencia de urgencias.
Lo único que verdaderamente me ha ayudado a saber exactamente la medicación, y esto sí que sólo me lo encuentro en los usuarios geriátricos, es cuándo traen las pastillas. El resto de personas no las llevan, a no ser que haya una enfermedad grave. Y sobre todo cuando traen el pastillero de farmacia, entonces es impecable la toma farmacológica, a no ser que vivan sólos y haya deterioro cognitivo, pero aún así me entran ganas hasta de cantar el ALELUYA.
Por cierto esto de traer la medicación es otro de los misterios farmacológicos, porque aunque lo pidas día tras día durante un ingreso, bastantes veces no llegan a traértelo, creo que porque debe pesar mucho la bolsa con tantas pastillas que toman.
Así que para terminar, no puedo decir más que ¡VIVA EL PASTILLERO!
¡Ay! los pastilleros, conviene enseñarle a los ancianos cómo funcionan antes de que pierdan la capacidad de aprender, pues pasa eso de que colocan las pastillas por colores o tamaños…y sigo pensando que existe en este país un acceso demasiado fácil a los medicamentos, eso de que todo gratis…no se valora.
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