Archivo de la etiqueta: geriatría

Las memorias de Pepita

PEPITA TIENE UNA NUEVA FAN

Mi nombre es Raquel, soy geriatra y hasta hace poco estuve trabajando en una Unidad de Agudos. Con esta publicación abro el hilo de los homenajes a esas personas de una generación que nos inspira; lo que vengo a contar no es mi historia, sino la de Pepita.

Un día de este pasado otoño que, como siempre, estábamos hasta arriba de trabajo, fui a ver a uno de mis ingresos. Allí la encontré en la habitación, sentada, leyendo un libro “tocho”, de los que a mí me gustaría leer pero para los que últimamente nunca encuentro tiempo. En la pizarra que había al lado de su cama ponía “Josefa”, y así es como comencé a llamarla desde el primer día, ignorando que, como me confirmaría unos días después, todo el mundo la conocía como “Pepita”.

Su caso parecía inicialmente sencillo y ella también lo hacía sencillo, aunque como pudimos ver a lo largo del ingreso, lo sencillo se fue complicando. Pero no voy a hablar de lo que motivó o no su ingreso. Hablaré de Pepita, un fiel reflejo de lo que nos motiva a nosotros, los geriatras, y de todo lo que aprendí con ella durante los días que estuvo ingresada a mi cargo, resumido al final de esta publicación, en sus palabras.

Antes de empezar la presentaré a nuestra manera. Describiría a Pepita como una paciente con una dependencia muy leve, tanto para básicas como para instrumentales, con una vida activa, sin deterioro cognitivo, y que vivía sola con muy buen apoyo por parte de la familia. Si ahondábamos más sobre su situación, era evidente que era una paciente frágil. Ya había tenido en los últimos años alguna que otra caída y episodios de deterioro funcional agudo de los que se había recuperado.

Cada día la encontraba leyendo o caminando por los pasillos de la unidad. Durante el ingreso su sonrisa se fue difuminando, marcada por la incertidumbre y por la “mala pata”, ya que una de las noches Pepita se levantó al baño, y se cayó al suelo. De las caídas en personas mayores ya sabemos que da para mucho que hablar.

Intentando recabar la máxima información posible para estudiar su caso, encontré un comentario de una visita a otro médico, donde decía que Pepita había escrito sus memorias. Yo, con curiosidad, me acerqué a su habitación a molestarla a la hora de la siesta. Ella me explicó con una sonrisa que, desde hacía varios años, cuando hablaba con sus familiares sobre su vida pasada, todos le escuchaban atentos y entonces le propusieron: “¿por qué no dejas todo esto por escrito?”

Y así fue como Pepita se animó y comenzó a escribir su vida. Le pregunté si de alguna manera, y con su permiso, podría yo leer esas memorias, y, emocionada, me dijo que me traería una copia. Cuando entré al día siguiente por la puerta, casi antes de decirme hola, ya estaba preparada para entregarme un libro, mucho más grande de lo que yo esperaba. Volví a casa y con muchas ganas me puse a ello. Sólo paraba cuando se me caía alguna lágrima. Pepita había tenido una vida bastante dura, de esas que vivieron una infancia de guerra, de las que, con esfuerzo y sacrificio, y con edades bastante tempranas, habían comenzado a trabajar para tener algo que llevarse a la boca, de las que tuvieron que emigrar, de las que lucharon y lucharon por tener una vida digna y de las que han levantado un país desde las sombras, sin apenas reconocimiento.

Casi cuando ya lo estaba terminando, leí una parte que me caló bastante. Quizá para ella no tenía nada de especial, porque Pepita, sin saberlo, hablaba de geriatría, de su día a día, y de tantas cosas en tan pocas palabras…

Aunque ahora estoy muy bien, el tiempo no perdona y creo que del año pasado a este he decaído un poco. Me canso bastante más. Vivo sola en casa y me arreglo muy bien. Me viene una chica dos horas a la semana, todos los miércoles, y los hijos y nietos me visitan mucho. Yo también voy a sus casas a comer. Me insisten mucho para que vaya, aunque a mí no siempre me apetece ir. No sé muy bien por qué, pero algunas veces me apetece estar en casa tranquila, sobre todo los días que hace frío.

–        Es normal. Estoy muy a gusto en mi casita.

Aún así, los sábados voy a casa de Miren y Andoni a comer y los domingos a casa de Vale y Aran. Con Ángela no puedo estar todas las semanas porque, como ya he dicho, vive en otra ciudad así que, en verano, durante el mes de julio, que ya no tengo mis actividades, me voy con ella y con Josu. En agosto me gusta ir unos días a la casa del pueblo por dar una vuelta a todo. Voy solo si están los vecinos que compraron la casa de al lado […]. Ellos están muy pendientes de mí por si necesito algo. Yo sola, en esa casa tan grande, no me puedo quedar.

–        Ya estoy mayorcita para eso.

Este año no sé si iré porque el año pasado, estando allí sola, me caí y lo pasé fatal hasta que me recuperé. Cada vez me cuesta más hacer las cosas y para eso la casa del pueblo no es nada cómoda. Yo siempre he dicho que allí las distancias son muy largas porque la casa es muy grande y tiene escaleras.

–        A mí eso antes no me importaba pero ahora…

[…]
Ahora estoy regular de salud. El año pasado me dio un pequeño ictus y me quedó algo que, no puedo explicar, pero creo que he perdido estabilidad. Es por eso por lo que, a veces, llevo bastón. Hay veces que me parece que me voy a caer y con el bastón me encuentro más segura. Cuando se me pase esta inseguridad dejaré el bastón porque no me gusta nada llevarlo.

Como he dicho antes, el año pasado, en julio, me caí estando yo sola en el pueblo. Por esa caída el brazo derecho no lo puedo levantar hasta la cabeza, pero poco a poco y esforzándome voy mejorando. Me defiendo bastante bien en casa. Me hago mis comidas todos los días. Voy sola a las compras y salgo mucho de paseo, unas veces con amigas y otras veces yo sola.

Aunque a veces me siento sola y es normal, tengo que reconocer que estoy bastante acompañada. Mi hijo Vale viene a comer un día a la semana y me encanta que venga. Los nietos también me visitan bastante y se quedan a comer o cenar cuando quieren. Cuando no estoy acompañada y me apetece escribir, les mando correos a los hijos y nietos. A ellos les hace mucha ilusión y me contestan enseguida. Así estamos en contacto. Este año, ya me está diciendo Ángela que me vaya a su casa con ella. Allí lo paso muy bien. Salimos con los perros a pasear por el río, nos metemos en el agua y andamos bastante. También hemos ido alguna vez a visitar algún museo. Hacemos muchas cosas.

Cuando estoy allí también hago actividades para trabajar la mente. Las hago todos los días. Ángela me dice que es muy bueno para mantener la cabeza despejada y creo que tiene razón. Así que nunca salimos de paseo hasta que he terminado las cuentas diarias de mis cuadernos. Hago tareas igual que los niños, cuando les manda la maestra las tareas para casa. Hago sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, que a veces son hasta de tres cifras. La verdad es que me gusta mucho hacerlas.

[…]
Cuando he ido al pueblo, también descanso bastante. He leído libros y también he ayudado a hacer cosas en el jardín porque es bastante grande y siempre había alguna flor que plantar o alguna hierba que arrancar. Por las tardes dábamos paseos hasta el pueblo de al lado, y a las noches charlábamos o veíamos la tele. La última vez que estuve allí me caí por las escaleras y me tuvieron que traer a urgencias.

–        ¡Menudo disgusto!

Me di un gran golpe y me tuvieron que dar varios puntos en la ceja izquierda. También me hice una fisura en el fémur y tuve que estar una temporadita en silla de ruedas. Ahora ya estoy bien. Me he recuperado del todo. Del golpe solo me queda la marca en la ceja de los puntos, pero he cogido respeto a las escaleras.

Las cosas no siempre salen ni como el médico, ni como el paciente quiere, pero he de decir que Pepita tenía fuerza de voluntad y una capacidad para recuperarse que no se ve en cualquier paciente. Así que allí me la encontraba los últimos días del ingreso, caminando con el andador por la habitación, yo impresionada de su rápida recuperación, ella alicaída por verse de nuevo limitada.

Pepita se fue de alta tristona. Yo confío, después de saber los caminos por los que Pepita ha transitado, que mejorará; no sé hasta cuándo, no estoy segura del cómo, no sé si tendrá baches, ninguno de nosotros sabemos cuál será su recorrido. Lo único que espero, tanto a nivel personal como profesional, es que Pepita tenga eso que deseamos todos los geriatras: la mejor calidad de vida posible. Ella me ayudó a recuperar la idea de qué significa ser geriatra. Lo único que sé es que tiene una familia que la adora, y se fue de alta con una nueva fan, que soy yo misma.

* Para llevar a cabo esta publicación se ha contado con el permiso de Pepita y de su hija Miren. En la última imagen, que es la contraportada de sus memorias, aparece la foto de «uno de tantos momentos en los que compartiendo un café se iba dando forma a lo que después sería un bonito libro de sus memorias».

Devolver el color

EL TEMA DEL MES

Es imposible saber el diagnóstico de van Gogh. Algunos hablan de neurosífilis, otros de varios brotes psicóticos, otros de intoxicaciones o epilepsia y no existen pruebas concluyentes para ninguna. Lo que sí es verdad es que cambió su arte. El encierro convirtió sus tonos vivos en grises apagados y sus temas variados en repeticiones del arte que se había llevado consigo y de lo poco que veía por la ventana.

No es diferente esto de lo que vive Dolores, que se ha olvidado de qué día es porque “es que aquí los días son todos iguales” o de Miguel, que piensa que está encerrado por las noches, pero que por la mañana hace autocrítica y se pone nervioso porque “está perdiendo la cabeza”. En ellos también la vida pasa de ser rica en experiencias a una rutina que no es suya y que les confunde.

El síndrome confusional agudo o delirium es uno de los síndromes geriátricos más estudiados y habituales. Se calcula que, aproximadamente, del 10 al 20% de los ingresos hospitalarios se deben al delirium, y que del 10 al 30% de los pacientes desarrollarán este síndrome durante la hospitalización, llegando este porcentaje a la mitad entre los pacientes quirúrgicos 1. La etimología viene del “de lira ire” que en latín significa “desviarse de la norma” y que se acuñó por Aulus Cornelius Celso 100 a.C., aunque incluso 500 años antes ya se habían descrito 2 fenómenos que ocurrían con la fiebre elevada: la “phrenitis” (agitación) y (“letargia”)2.

Se trata, por tanto, de un trastorno presente en la historia de la medicina y que puede durar desde horas hasta semanas. Se caracteriza por una alteración de la conciencia y la atención, acompañada de desorientación, confusión y alteraciones de la conducta. Es común en pacientes ancianos hospitalizados, y puede ser un indicador de enfermedad grave, un efecto secundario de los medicamentos o del propio cambio de rutina. Algunos desencadenantes habituales son infecciones, desequilibrios electrolíticos, traumatismos craneales, consumo de drogas o alcohol, y enfermedades neurológicas 3.

La mayoría de síndromes confusionales agudos son prevenibles. Es importante, en primer lugar, tratar las condiciones médicas subyacentes de manera adecuada. Por otro lado, los cuidadores y familiares también pueden ayudar a prevenir el delirio asegurándose de que el paciente tenga una rutina diaria y un ambiente familiar. Ejemplos de modificaciones del entorno son mantener la habitación debe estar iluminada de día y apagada de noche, asegurar que se garantice el acceso a gafas o audífonos si los precisa la persona o colocar calendarios en las paredes. Sin embargo, la medicación (tal como melatonina o haloperidol) no ha demostrado ser útil en la prevención 4.

Si no se ha podido prevenir, es importante diagnosticar y tratar lo antes posible. Para ello se recomienda el uso de escalas como el CAM (o CAM-UCI en el caso de pacientes críticos) dado que han demostrado mayor precisión que la valoración subjetiva del personal sanitario 5

Una vez diagnosticado y, asumiendo que las medidas no farmacológicas (que son útiles tanto para la prevención como para el tratamiento) no han sido eficaces, el siguiente paso es el tratamiento farmacológico, que incluye antipsicóticos y otros fármacos que actúan sobre el sistema nervioso central. Las medicinas para el insomnio, tales como la trazodona o la mirtazapina, pueden ser útiles para regular los ciclos de sueño-vigilia, mejorando así la sintomatología del confusional. Los antipsicóticos, como el haloperidol o la risperidona, pueden ayudar a controlar los síntomas psicóticos, como las alucinaciones 6,7.

En conclusión, el síndrome confusional agudo es un trastorno común que puede tener consecuencias graves si no se diagnostica y trata adecuadamente, incluyendo una peor evolución del ingreso, un incremento de los costes sanitarios o un mayor riesgo de evolucionar a una demencia 2,8. Se trata, en resumen, de una carrera para identificar y tratar los pacientes en riesgo de manera que las vidas no se vuelvan cuadros grises y repetitivos, sino lienzos llenos de variedad y de color.

Beatriz del Pilar Ortiz Naranjo

R3 de Geriatría del CSAPG

Corregido y revisado por Carmen Sáez Nieto

Bibliografía y recomendaciones para la lectura:

  1. Lupiáñez Seoane, P., Muñoz Negro, J. E., Torres Parejo, Ú., & Gómez Jiménez, F. J. (2021). Estudio descriptivo del síndrome confusional agudo en Urgencias. Atención primaria, 53(6), 102042. https://doi.org/10.1016/j.aprim.2021.102042
  1. Lauretani F, Bellelli G, Pelà G, Morganti S, Tagliaferri S, Maggio M. Treatment of Delirium in Older Persons: What We Should Not Do! Int J Mol Sci. 2020 Mar 31;21(7):2397. doi: 10.3390/ijms21072397. PMID: 32244301; PMCID: PMC7177924.
  1. Wilson JE, Mart MF, Cunningham C, Shehabi Y, Girard TD, MacLullich AMJ, Slooter AJC, Ely EW. Delirium. Nat Rev Dis Primers. 2020 Nov 12;6(1):90. doi: 10.1038/s41572-020-00223-4. Erratum in: Nat Rev Dis Primers. 2020 Dec 1;6(1):94. PMID: 33184265; PMCID: PMC9012267.
  1. Iglseder, B., Frühwald, T. & Jagsch, C. Delirium in geriatric patients. Wien Med Wochenschr 172, 114–121 (2022). https://doi.org/10.1007/s10354-021-00904-z
  1. Stollings JL, Kotfis K, Chanques G, Pun BT, Pandharipande PP, Ely EW. Delirium in critical illness: clinical manifestations, outcomes, and management. Intensive Care Med. 2021 Oct;47(10):1089-1103. doi: 10.1007/s00134-021-06503-1. Epub 2021 Aug 16. PMID: 34401939; PMCID: PMC8366492.
  1. Méndez-Martínez, C.; Fernández-Martínez, M.N.; García-Suárez, M.; Martínez-Isasi, S.; Fernández-Fernández, J.A.; Fernández-García, D. Related Factors and Treatment of Postoperative Delirium in Old Adult Patients: An Integrative Review. Healthcare 2021, 9, 1103. https://doi.org/10.3390/ healthcare9091103
  1. Fong TG, Tulebaev SR, Inouye SK. Delirium in elderly adults: diagnosis, prevention and treatment. Nat Rev Neurol. 2009 Apr;5(4):210-20. doi: 10.1038/nrneurol.2009.24. PMID: 19347026; PMCID: PMC3065676.
  1. Goldberg TE, Chen C, Wang Y, Jung E, Swanson A, Ing C, Garcia PS, Whittington RA, Moitra V. Association of Delirium With Long-term Cognitive Decline: A Meta-analysis. JAMA Neurol. 2020 Nov 1;77(11):1373-1381. doi: 10.1001/jamaneurol.2020.2273. Erratum in: JAMA Neurol. 2020 Nov 1;77(11):1452. PMID: 32658246; PMCID: PMC7358977.