Es todo un honor y un orgullo comenzar este 2018 la sección #GeriatriaCultural con un colaborador de la talla de Pablo Sánchez Ballestero. Quizás os suena más si os digo @PauMatalap, autor de uno de los blogs que sigo últimamente con más interés, como es el blog de enfermeriatecnologica, que seguro conocéis, y si no ya sabéis que blog tenéis que empezar a seguir.
“La vida sólo se puede entender yendo hacia atrás, pero debe vivirse hacia delante”. Con esta frase reza el tráiler de la película que he elegido para esta entrada. Una historia mágica de esas que no te deja indiferente y hace que te plantees más preguntas de las que tenías antes de verla.
¿No sería maravilloso nacer con un cuerpo anciano y que éste fuera rejuveneciendo a medida que vamos adquiriendo experiencia y sabiduría con la edad?
El paso de los años hace que vayamos adquiriendo conocimiento explícito (en el colegio, al estudiar, en la Universidad…) pero sobre todo conocimiento tácito, aquellos conocimientos que forman parte de nuestro modelo mental, fruto de nuestra experiencia personal que e involucra factores intangibles como las creencias, valores, puntos de vista, intuición, etc…
Siempre he dicho (de forma cariñosa) que los ancianos son “bibliotecas con patas” a las que nos tenemos que acercar y tratar de aprovechar todo ese conocimiento que han ido adquiriendo con el paso de los años. Conocimiento que en muchas ocasiones se va perdiendo por culpa de la Demencia Senil, Alzheimer etc como un virus informático que te va formateando el disco duro.
Como comentaba unas líneas más arriba, sería maravilloso que nuestro cuerpo fuera rejuveneciendo al mismo tiempo que adquirimos experiencia, sí. Sería maravilloso siempre y cuando le sucediera a todo el mundo. En el caso de la película que nos atañe no es así. En este caso se entremezcla la suerte de tener un cuerpo cada vez más joven con la desgracia de ver que al resto de personas no les sucede.
Esta vida está llena de amores, reencuentros, pérdidas y despedidas. Estamos aquí “de paso”, pero nuestro cerebro parece programado para que no nos demos cuenta de ello. ¿Y si hoy fuera nuestro último día? ¿Quién dice que no vaya a serlo?
Ya que no tenemos la “suerte” de Benjamin Button, debemos aprovechar cada día como si fuera el último. Disfrutar de los pequeños detalles de la vida, rodearnos de los nuestros, hacer cosas hoy y no dejarlas para mañana, abrazar más y enfadarse menos (esto último también me lo debo aplicar yo mismo) en definitiva tenemos que aprender a vivir la única vida que tenemos.
1 comentario en “El curioso caso de Benjamin Button”