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Reclamo por la asistencia psicogeriátrica

El 21 de septiembre fue el Día Mundial del Alzheimer y algunas páginas dedicadas a la divulgación del conocimiento geriátrico (Geriatricarea, Espacio de Psiquiatría Geriátrica, Geriatría en el espejo) y los medios de comunicación hicieron publicaciones al respecto.

Yo también he querido honrar tanto en este día como en todos los demás a todas aquellas personas de avanzada edad con patología de la esfera mental, no sólo demencia (entre otras, la enfermedad de Alzheimer), que no tienen un día asignado en el calendario.

Se calcula que, en 2030, 65.7 millones de personas tendrán demencia y, en 2050, 115.4 millones. En España, el 5.2% de personas entre 65-69 años padecerá deterioro cognitivo leve o demencia, cifra que asciende a 45.3% en personas de 85 o más años.

Pero no solo hay demencia… la depresión mayor sucede en el 1-4% de las personas de 65 o más años y su prevalencia aumenta con la edad. Se estima que el 10-15% de los adultos mayores tiene síntomas depresivos clínicamente significativos pese a no cumplir criterios de depresión mayor, y entorno a un 10% presentan trastornos de ansiedad. La psicosis tampoco es un fenómeno aislado en el anciano, con un 27% en aquellos que viven en la comunidad y hasta del 62% en los institucionalizados. El “paciente psicogeriátrico” no es solamente un paciente psiquiátrico con años, sino uno con un manejo clínico complejo en el que coexisten, además de su enfermedad (neuro)psiquiátrica, otras muchas patologías orgánicas, polifarmacia, vulnerabilidad y fragilidad que pueden influir o verse afectadas por la primera y que merman la calidad de vida del afectado y su entorno (sobrecarga del cuidador, institucionalización, negligencia en los cuidados, hospitalizaciones y muerte).

Después de leer estos datos, una se pregunta qué podemos estar haciendo al respecto. Se trata de un auténtico problema en una sociedad cada vez más envejecida en la que hay una alta prevalencia de trastornos psiquiátricos y neuropsiquiátricos, con todas las consecuencias que conllevan a nivel individual, social y económico. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Mundial de Psiquiatría (AMP) se hicieron eco de esta preocupación y en 1996 definieron la “psiquiatría geriátrica”, “gerontopsiquiatría” o “piscogeriatría” (rama de la psiquiatría dedicada a la atención multidisciplinar de la salud mental de personas en edad de jubilación y por encima de ésta que puede variar según los países y las prácticas locales. Se caracteriza por su orientación comunitaria y su aproximación multidisciplinar a la evaluación, diagnóstico y tratamiento); en 1997 elaboraron un documento de consenso sobre la organización de la asistencia psicogeriátrica donde establecieron los principios de dicha asistencia (integral, accesible, ágil, individualizada, transdisciplinar, responsable y sistémica), así como los componentes del entorno para su aplicación basado en un sistema de atención continuada (Figura 1).

Figura 1. Componentes de la red asistencial que deberían ser implantados en los diferentes sistemas sanitarios para conseguir un sistema de atención continuada.

Si bien estamos en el camino, aún queda mucho por recorrer.

España es un ejemplo de los innumerables países con escaso desarrollo de la psicogeriatría, uno de los más bajos de Europa. Para mejorar la calidad asistencial habría que comenzar por aumentar la visibilidad de la psicogeriatría mediante la concienciación ciudadana e incentivar y formar al personal sanitario favoreciendo el desarrollo de la subespecialidad en el ámbito de la medicina, psicología, enfermería, auxiliar, trabajo social, fisioterapia y nutrición. Desde que en 1989 la psicogeriatría fue reconocida como subespecialidad por primera vez en Reino Unido, solo 6 países cuentan con ella, pero solo la contemplan como parte de la formación médica (psiquiatría y/o geriatría) y no de las otras profesiones que deberían de conformar el equipo multidisciplinar. Los esfuerzos actualmente quedan en manos de los profesionales más sensibilizados con el mundo de la neuropsicopatología, que son más bien pocos (sobre todo geriatras), mediante la creación de sociedades de Psicogeriatría o realización de máster.

A nivel estructural, pese a las recomendaciones de la OMS, los servicios de Psicogeriatría apenas han logrado su desarrollo, existiendo una amplia variabilidad en su tipología, estructura, organización, extensión y composición de equipos, por no hablar de la falta de acondicionamiento de los centros sanitarios para este tipo de personas con unas exigencias particulares (pongamos por caso las salas de Urgencias). A nadie se le ocurriría pensar en un hospital sin una unidad coronaria o una sala de reanimación postquirúrgica, sin embargo, sí vería “normal” encontrarse a un paciente anciano gritando durante toda la noche, atado a una cama, solo y a oscuras ya que “pobres, a lo que llegamos”; ¿de verdad a nadie se le pasa por la cabeza qué estamos haciendo mal?

La evidencia científica es escasa acerca de la efectividad de los servicios de Psiquiatría Geriátrica. A modo de resumen, según lo descrito por la OMS, es fuerte para los equipos comunitarios multidisciplinares y débil para las unidades hospitalarias de agudos, con muy pocos estudios controlados llevados a cabo. Este punto, quizá, podría alentarnos a seguir investigando más que servir de excusa para tirar la toalla.

En nuestro país se producen grandes desigualdades en la atención a la persona con problemas de la esfera mental: la primera valoración es por parte del médico de Atención Primaria quien, según su criterio, derivará al psiquiatra, neurólogo o geriatra que, a su vez, según su avidez e implicación por el tema, ayudará al paciente en mayor o menor medida basándose en recomendaciones generales y, en muchas ocasiones, de difícil aplicación por la familia y/o cuidadores.

¡Necesitamos recursos!

No sólo económicos y sociales, por supuesto, sino humanos, en cantidad y calidad. Mentes que piensen en la creación, planificación y organización de los mismos. Como curiosidad, en España hay conocidas 6 unidades de memoria, 116 consultas monográficas de deterioro cognitivo, alguna consulta no contabilizada de psicogeriatría dependiente del servicio de Psiquiatría (como la del hospital geriátrico Virgen del Valle en Toledo), 0 unidades de hospitalización psicogeriátrica de agudos/media estancia en el sector público (sí algunas concertadas, con especial desarrollo en Cataluña) y 306 asociaciones de familiares de enfermos de Alzheimer, lo que nos habla de la profunda demanda social, a la que no se está dando voz.

En suma, y ya finalizando, necesitamos de una sociedad concienciada para poder elevar este problema a lo más alto en la lista de prioridades de nuestros políticos y de un personal cualificado y entregado para planificar la intrincada red de asistencia médica al paciente psicogeriátrico y hacerlo más visible en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

Mª Isabel Tornero,

Ciudadana y médico.