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La residencia y la persona mayor. Una opinión basada en la experiencia

¿Alguna vez os habéis planteado qué piensa una persona mayor de la vida en una residencia? Qué le parece la comida, qué tal es su habitación, qué opina de la compañía, o qué piensa de los horarios de descanso, por ejemplo.

Para tan solo aproximarnos a lo que pueden pensar, me he reunido con Natividad, una amable, simpática y meticulosa maestra de profesión que a sus cerca de 90 años presume de la buena compañía de sus hijos y nietos y de un gran mundo interior. Apasionada de la lectura, puede leer cientos de páginas sin pestañear, hablar durante horas sobre la historia de su vida en el campo e ingeniárselas para desplegar el arsenal gastronómico que guarda con gran afán cuando recibe una visita.

Aunque le gusta mucho salir de casa, caminar y encontrarse a sus vecinas por cada tienda local de la radiante avenida donde da su ventana, lleva algún tiempo sin salir por temor a caerse. Todo fue a raíz de un vértigo y, pese a la mejora con el tiempo, quedó en ella una sensación de inestabilidad al caminar y una inseguridad que no logró vencer. No solo no fue posible superar el miedo, sino que pareció apoderarse de ella cuando, tras una caída en su propia casa, sobrevino una fractura vertebral.

Desde entonces, se acabaron los días soleados, las tardes de primavera y la nevera llena para los invitados. La vida de Natividad se redujo a cuatro paredes y un andador, que apenas se atrevía a utilizar por el profundo dolor.

Fue en esta situación, pasados ya unos meses, cuando sus hijos, rotos por la tristeza, decidieron proponer a Natividad ingresar en una residencia. Su objetivo era claro, volver a caminar o, como decimos los geriatras, “recuperar funcionalidad”.

Y, objetivo cumplido, Natividad alcanzó la meta de volver a caminar, ahora con andador, gracias a su propia voluntad, la adorable familia que le apoya y, además, la analgesia.

Una vez en casa, más repuesta, voy a verla. La readaptación ha sido dura, confiesa, se encuentra cansada y cada vez más dependiente. Aun así, se muestra esperanzada e ilusionada por la idea de retomar su vida en casa. Aprovechando su discurso, acierto a hacerle algunas preguntas sobre su experiencia en la residencia:

  • ¿Cómo te has sentido durante tu estancia en la residencia?

He sentido mucho respeto y compañía, si bien es cierto que mis hijos iban a menudo a visitarme. Ahora bien, también hay algunos contras, como es que éramos un conjunto muy variopinto, con diferentes perfiles, y a veces eso me desanimaba. Además, la privacidad apenas existía y el trato era muy impersonal. Al final limitas tu vida a las normas establecidas en el centro y a las restringidas actividades que nos proponen.

  • En concreto en la residencia donde estuviste, ¿qué actividades hacías?

De lunes a viernes, siempre en turno de mañana, alrededor de 45 minutos había sesión de fisioterapia y unas 2 horas de terapia ocupacional. Para nada eran terapias individualizadas. Las tardes y los fines de semana eran momentos de tiempo libre, que están bien, pero eran poco motivadores y muy aburridos.

  • A nivel profesional, ¿te sentiste bien atendida?

Aparte del personal de fisioterapia y terapia ocupacional, disponíamos de médico tres días a la semana, que, si bien no está mal, no cubre todas las horas. Aun así – insiste durante la entrevista -, la mayor falta de personal la encontré entre los/as auxiliares. Siempre recibí un trato estupendo, pero en una residencia tan grande donde escasea este tipo de trabajadores, es difícil ofrecer un trato personalizado.

También contábamos con los cuidados de enfermería y los servicios de peluquería y podología. Ciertamente, muy buenos.

  • ¿Cómo era físicamente la residencia?, ¿te gustó?

No estaba mal. Había muchos jardines, lo cual era muy gratificante, ya que invertía muchas tardes en pasearlos y en los que me hice amiga de una colonia de gatos la mar de majos. También había un huerto, que antaño pudo ser muy bonito, pero que está abandonado ahora.

  • Y tu habitación, ¿qué tal?

Dormía en una suite. No la recuerdo mal, aunque el armario era muy pequeño. No era mi habitación.

  • ¿Cuál fue la peor experiencia para ti en la residencia, si es que tuviste alguna?

Sin duda la rigidez en los horarios de las comidas (9h, 13.30h, 17h y 20h) pero, sobre todo la cocina. La comida estaba, generalmente, muy sosa.

  • Finalmente, ¿qué aspectos mejorarías de la residencia? Los enumera:
    • La falta de personal, fundamentalmente auxiliar.
    • Las actividades de terapia ocupacional. Poco variadas e individualizadas. Organizaría las mismas en función del nivel, no sólo cognitivo, sino también cultural y según los gustos de cada persona.
    • Favorecería la inclusión de los residentes a dichas actividades.
Natividad Luque. Foto cedida, con su permiso.
  • Con todo lo que me has contado, Natividad, ¿recomendarías una residencia para vivir?

Sí, la recomendaría, pero solo cuando se hayan agotado todas las posibilidades de permanecer en casa. La verdad es que, ya sea en casa o en una residencia, las personas mayores solemos vivir bastante aisladas de la sociedad. Por eso, la decisión depende mucho de las circunstancias y los deseos personales de cada uno. Sea como fuese, creo firmemente que cualquier persona mayor necesita un trato exclusivo y completo debido a nuestra mayor vulnerabilidad a eventos adversos. Todavía queda mucho por hacer.

De la charla con Natividad he podido concluir que, cuando sea mayor, quiero mantener mi independencia, disfrutar con las actividades que habitualmente me reconfortan y comer bien. Quizá debamos de escucharlos un poco más, y mejor, e invertir nuestros esfuerzos en que los últimos años de sus vidas, y luego de las nuestras, sean los más placenteros posibles, bien en casa, bien en residencia.

Mª Isabel Tornero López

Médico geriatra

Asun: una vida admirable que abre su corazón a nuestro blog #hablandodegeriatria.

Este mes tenemos la fortuna de presentarles a Asunción Martínez Meseguer, admirable persona que nos relata su vida y experiencias más entrañables con optimismo y alegría. Te invitamos a conocerla.

Rubí Sandoval.

Residente de Geriatría H. Universitario de Getafe

El gran reto de la Inteligencia Artificial y la Geriatría

Estamos ante una nueva revolución tecnológica que viene de la mano de la inteligencia artificial y que está irrumpiendo en nuestra sociedad y repercutiendo en el ámbito sanitario y en el de la salud de modo particular.

Términos como inteligencia artificial, machine learning, big data, algoritmo, red neuronal o red profunda entre otros, van a formar parte de nuestro nuevo lenguaje. Así pues, los profesionales sanitarios van a tener que reciclar sus conocimientos en este contexto y prepararse para el uso de nuevas herramientas de inteligencia artificial aplicadas al mundo sanitario. Pasemos a conocer los conceptos básicos de inteligencia artificial que vamos a tener que integrar.

La inteligencia artificial es aquella que imita las funciones cognitivas del ser humano. Hoy por hoy, la mayoría de los algoritmos disponibles en la práctica clínica pertenecen a la inteligencia artificial débil, que responde a preguntas muy concretas.

El término big data es el conjunto o combinaciones de datos almacenados, siendo la ciencia de datos el campo interdisciplinario que permite que los mismos pueden ser analizados para extraer conocimiento.

La ciencia de datos junto a los big data enlazarían con el concepto de Machine Learning  o aprendizaje automático, que realiza de una manera eficiente la captura del conocimiento para mejorar de modo gradual el rendimiento de modelos predictivos y tomar decisiones en base a dichos datos, sin necesidad de programarlos. El aprendizaje automático está en en el corazón de la inteligencia artificial.

El conocido algoritmo de la inteligencia artificial involucra un modelo matemático que resume las propiedades de los datos con un objetivo que puede ser diagnóstico, predictivo o prescriptivo. La red neuronal sería un tipo de algoritmo de machine learning más complejo y su nivel superior denominado red neuronal profunda o deep learning reúne múltiples redes neuronales con un alto nivel de abstracción de datos.

El llamado internet de las cosas médicas es otro concepto que ya está en nuestro entorno y que implica la interacción de dispositivos móviles de monitorización de datos médicos en la red en tiempo real.

En cuanto a los algoritmos disponibles en la práctica clínica, los de mayor impacto están en el ámbito del diagnóstico por imagen y en cardiología, y van apareciendo algoritmos específicos que ayudan a la codificación clínica y al procesamiento de historias clínicas.

En geriatría, a la espera de la creación de nuevas herramientas, los algoritmos disponibles que podrían contribuir a nuestra práctica clínica, son el existente en diagnóstico de Alzheimer de modo precoz con datos proteómicos de plasma y líquido cefalorraquídeo y el algoritmo de diagnóstico de depresión por entrevista.

Respecto al campo del Internet de las cosas médicas disponemos de pastilleros inteligentes con numerosos estudios científicos, los dispositivos de detección de caídas y el proyecto ACTIVAGE se involucra en herramientas orientadas al envejecimiento activo.

Sobre la interacción, utilidad y futuro de la Inteligencia Artificial y el mundo sanitario he charlado con el Dr. Juan Manuel Pikatza, experto en este campo y colaborador con diversas entidades científicas involucradas en la aplicación de herramientas informáticas en las decisiones médicas. Respecto a las ya existentes guías de práctica clínica reconocidas por el Sistema Nacional de Salud, la recomendación apunta a que “Todas las guías deban incluir un algoritmo y un resumen de recomendaciones, e incluso facilitar la elaboración de herramientas electrónicas.” La conversión de las guías médicas en algoritmos de inteligencia artificial que ayuden a la toma de decisiones médicas es un reto de gran complejidad según el Dr. Pikatza, y exigiría un esfuerzo ingente con una colaboración estrecha entre expertos técnicos informáticos y profesionales sanitarios pero que aportaría seguramente un avance potencial en el avance del conocimiento médico (ver Fig. 1 y 2).

Probablemente y gracias al Machine Learning se ofrezcan nuevas soluciones a problemas médicos, pero siempre contando con la interpretación crítica del médico. Por otro lado, y tal y como aclara el Dr. Pikatza, las regulaciones a nivel europeo son muy estrictas y se están adelantando a este desafío de modo que cada algoritmo aplicado a las decisiones clínicas sea seguro y riguroso y garantice la seguridad del paciente.

Fig. 1 y 2. Conocimiento científico en Medicina e integración en Inteligencia Artificial: perspectiva del sanitario y del ingeniero informático (cortesía del Dr. Pikatza).

Parece que la visión multidisciplinar del geriatra, tan acostumbrado a situaciones complejas de enfermedad en el anciano, seguirá siendo clave e insustituible en el avance de la Inteligencia Artificial en el campo sanitario y debería estar presente en la creación de los potenciales algoritmos de decisión clínica en el paciente mayor.

Esperemos que la Inteligencia Artificial nos facilite la investigación y tarea asistencial en Geriatría, ante el hecho indiscutible del envejecimiento poblacional y del reto sanitario que supone.

Nota: agradecimiento al Dr. Pikatza de la UPV por su ayuda, y a la luz aportada por el Manual práctico de inteligencia artificial en entornos sanitarios de Juan José Beunza Nuin & Julo Bonis Sanz & Enrique Puertas Sanz & Borja Rodríguez Vila & Emilia Condés Moreno.

De Mª Concepción Vecino Vecino, médico geriatra en el hospital de Eibar (Gipuzkoa).