Desfase cero

En un mundo en el que todo fluye, que no para ni tiene interrupciones. Los habitantes somos como robots, seguimos una rutina de forma diaria sin pensar en que queremos o no queremos hacer, que nos gustaría o no nos gustaría hacer.

Pero, ¿qué pasa en la realidad?

Que tiene que pararse el mundo ya que si no; nosotros no paramos.

Quizás esto es lo que la Tierra nos ha querido decir. Nos quiere dar una lección de vida, nos ha obligado a interrumpir toda actividad de forma mundial ya que, si no, sabe que nosotros no lo haríamos.

Ha tenido que crear ‘un bicho’, ¡y qué maldito bicho!, que se expande rápido. Y así ha sido; continente a continente, país a país y ciudad a ciudad gracias (o no) a la globalización.

Mirábamos incrédulos a lo que ocurría a miles de kilómetros nuestros, pero no, esto sólo estaba comenzando y era nuestro presente también. Viéndolo venir, seguíamos ciegos porque no pensábamos que esa situación era nuestro presente.

Veis, ha sido así. ¡Qué ilusos!

Pero, de repente llegó.

Comenzó la cuenta de 300, 1000, 10000, 100000…. casos. Las noticias eran películas de acción; y, además, de las largas. No daban tranquilidad, era tensión constante.

Iban pasando los días y, la gente empezaba a hacer caso.

Pararon, paramos.

Algo inaudito, ¿verdad?

Interrumpir nuestro día a día.

Parar nuestros quehaceres, crear nuestra oficina en casa, cerveza conjunta en compañía de videollamadas, transformar el salón en gimnasio, una rutina en casa como nunca antes habíamos imaginado. Contactar con nuestras familias a diario porque en la distancia todo se magnifica. Tirar la basura era el mejor momento del día junto con aplaudir y saludar a los vecinos a las 20h.

De todas formas, para los que sí salíamos a la calle día tras día, a trabajar y dar todo en los hospitales, las calles y carreteras se habían transformado en lugares inhóspitos, ya no eran lo que conocíamos. Hasta te sentías que no pintabas nada en ellas, las querías llenas de señores con cachava, niños jugando con pelota, grupos de adolescentes. Básicamente, necesitabas bullicio.

Sin embargo, los semáforos cambiaban de color sin esperar peatón que cruce; los patios de colegio se quedaban en soledad sin gritos ni juegos; las paradas de autobús se quedaban sin gente en la marquesina; los ascensores sin conversaciones del tiempo que iba a hacer; los coches llenándose de hojas porque no pensaban en sus salidas de fin de semana; las salas de cine sin estrenos empezaron a perder el olor a palomitas; los restaurantes vacíos sin terrazas al sol; los partidos de fútbol se veían desde casa repetidos; y las salas de teatro o los conciertos con el telón sin abrir y sin público en los asientos.

¿Cuánto hemos cambiado y en qué poquito tiempo? Todo esto ha ocurrido en los últimos 60 días. Hemos ido adaptándonos, no nos ha quedado otra opción.

Así sí

Ahora, al menos, ya sabemos que lo podríamos tener que volver a hacer si ahora lo volvemos a hacer mal. Pero sé que no lo haremos, hemos aprendido, o eso espero. Siempre hay que pensar en positivo.

Hemos sido responsables, hemos realizado un esfuerzo, hemos respetado y ayudado a los más vulnerables, a nuestros ancianos.

Nos hemos quedado en casa por ellos, por salvarnos, por salvarlos.

Ellos que han trabajado desde los 10 años, ellos que no pudieron ir a la escuela, no tuvieron esas oportunidades, que vivieron una posguerra y pasaron hambre, pero salieron adelante, trabajaban días enteros sin quejarse, conformándose, hicieron que los alimentos no faltarán en la mesa día tras día para sus hijos y que luego, se hicieron cargo de sus nietos.

Entonces, llega la desescalada. Acaba de empezar y creemos que todo ya terminó.

Que la pesadilla finalizó, que todo lo vivido ya no volverá.

Es otra fase, sí, pero igual o más importante que la primera.

Hay que ser igual de responsables que lo que hemos hecho hasta ahora. No lo estropeemos ahora.

Hay que seguir manteniendo la distancia, aunque te apetezca abrazar a tu amigo del alma que no has visto estos meses, o a tu abuelu-baba-tato-yaya…

Hay que seguir lavándose las manos después de salir a jugar con tus críos, aunque no hayan tocado a ese perro que tanto les gusta.

Hay que seguir dejando el bolso y las llaves en esa caja al lado de la entrada, aunque cada vez que la mires se te pongan los pelos de punta.

Hay que seguir limpiando el móvil y tus manos después de usarlo, aunque te parezca una locura.

Hay que seguir tosiendo al codo o llevar la mascarilla cuando tienes ese moquillo que se te cae por la nariz.

Hay que seguir igual de civilizados.

Así no

Con las mismas ganas que antes, pensando que esto lo pasamos juntos.

Cuando acabe esta etapa,

cuando los hospitales vacíen sus camas,

cuando las urgencias se vuelvan a llenar,

cuando los restaurantes tengan lista de espera,

y, en las salas de cine se peleen por la fila 1.

Solo espero poder acordarme de lo vivido,

de que una vez paramos

y todos hicimos lo que debíamos:

disfrutamos del día a día,

nos preocupamos de nuestra salud y la de los nuestros.

Lo miraremos con perspectiva,

y suspiraremos con alivio.

Marta Arroyo Huidobro

Médico residente CSAPG

Acerca de osmachope

Médico geriatra, y en los tiempos libres, que son pocos, un poco de todo. Trabajo en el servicio de geriatría del Consorci Sanitari Garraf https://gericsg.com

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